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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El espejismo irlandés

EL FANTASMA de Stormont y el proceso de paz iniciado en Irlanda este fin de semana planearon ayer inevitablemente sobre el Aberri Eguna (Día de la Patria), conmemorado en Euskadi por los partidos nacionalistas vascos. El presidente del Euskadi Buru Batzar, Xavier Arzalluz, exhibió sus acusaciones de rigor en contra del escaso interés que atribuye a los partidos no nacionalistas en acabar con el terrorismo, desinterés que explicaría el rechazo del plan de paz propuesto por el lehendakari José Antonio Ardanza. Arzalluz aseguró que si bien en Euskadi no hay un conflicto entre católicos y protestantes, como en Irlanda, "hay unionistas y republicanos", en referencia apenas velada a los partidos "estatales" y a los nacionalistas y a las diferencias que mantienen en torno a la naturaleza y oportunidad del diálogo con ETA. Carlos Garaikoetxea, presidente de Eusko Alkartasuna, y Arnaldo Otegi, portavoz de HB, identificaron explícitamente la solución del Ulster con Euskadi. Para Garaikoetxea, "no ha existido todavía el coraje político de unos y de otros para dar una oportunidad a la negociación y a la paz"; para Otegi, "el camino recorrido por Irlanda será también el de Euskal Herria".La aplicación mecánica del proceso de paz irlandés al País Vasco es una tentación política comprensible y fácil, pero equivocada. El espejismo viene favorecido porque lo que se recoge de la compleja y dilatada negociación, probablemente de forma interesada, es el procedimiento, que no el contenido. Estamos ante la seráfica idea de la negociación. Es imposible negar que negociar es el método adecuado para resolver todos los problemas o crisis siempre y cuando todos los potenciales interlocutores estén de acuerdo en resolverlos mediante el diálogo. Pero esto es una simple tautología. Lo que realmente importa es acertar en qué momento es posible la negociación y, sobre todo, si se cumplen las condiciones para que el diálogo no se realice bajo chantaje o perturbado con ventajismos y amenazas. Este es el punto que Arzalluz o Garaikoetxea no acaban de afrontar.

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A efectos didácticos, cabe indicar que las situaciones de Euskadi y el Ulster son radicalmente distintas; tan sólo tienen en común el fenómeno terrorista. Por ello, la excesiva atención al caso irlandés como receta para resolver el problema de Euskadi no es recomendable. Las diferencias entre ambos casos son casi un clásico político. En el Ulster, dos comunidades, la católica y la protestante, se enfrentan en una guerra cruenta en el marco de la dominación -incluso militar- de Gran Bretaña; en el País Vasco, un minúsculo grupo armado, con un escaso apoyo electoral, asesina a los ciudadanos con la repulsa de una mayoría absoluta de la población, que exige a la banda armada que deje de matar de una vez. En Irlanda del Norte, un grupo político, el Sinn Fein, ha impuesto el, camino de la negociación a su brazo armado, el IRA, porque la política está por encima de incluso los peores instrumentos, que es el terrorismo; en el País Vasco, el grupo de iluminados armados y peligrosos que es ETA define y ordena la delirante estrategia política del partido, que es HB. El mundo al revés.

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Hay más diferencias relevantes. Por ejemplo, Euskadi ya dispone de un estatuto de autonomía para gobernarse libremente en el marco de la Constitución Española, más de lo que probablemente tendrá el Ulster en un futuro previsible. Tampoco es seguro que el concepto de negociación política sea el mismo para el Sinn Fein y los protestantes irlandeses que para ETA y HB. La experiencia demuestra que, para ETA y su entorno político, la negociación es simplemente un sistema de obtener ventajas continuas y concesiones sin fin de parte del Estado con el objetivo descarado de sobrevivir en una sociedad que está harta de los crímenes. En Stormont, católicos y protestantes irlandeses hicieron concesiones mutuas, algunas dolorosas a cambio de iniciar de la mano la experiencia de la paz. No es difícil concluir que la minoría radical en Euskadi no cree en los pactos ni en cualquier otro procedimiento político.

Irlanda es, pues, un espejo equivocado para quienes deseen orientar y conseguir el final del terrorismo en Euskadi. Pero es un inevitable motivo de reflexión. Hay unas condiciones mínimas para aceptar una negociación con HB y ETA que la banda armada deje de matar y que acepte la sociedad democrática como modelo, punto clave sobre el que se ha basado todo el desarrollo del documento del ex senador George Mitchell. Pero para que esa circunstancia se produzca, ETA y HB deberían haber experimentado una evolución política que ni siquiera han intuido. Mientras, confundir la negociación como procedimiento con la negociación como solución, como hizo ayer Carlos Garaikoetxea -"las vías del diálogo son las únicas que pueden acabar con el desangramiento de este pueblo"-, es un ejercicio estéril y perjudicial para la democracia que se dice defender.

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