_
_
_
_

Cuba celebra la Semana Santa, prohibida en la isla desde hace 37 años

El barrio de San Leopoldo, uno de los más populares y bulliciosos de la meca de bolsa negra y brujería que es Centro Habana, fue protagonista este viernes de un acontecimiento excepcional: la primera procesión de Semana Santa autorizada por Fidel Castro en la capital en sus 37 años de gobierno. Fue un acto cargado de simbolismo, pero diminuto: una vuelta a la manzana a la iglesia de la Caridad por tres calles sin iluminación y llenas de baches y escombros. Las velas escasearon y entre los feligreses que acompañaron la imagen de Cristo crucificado, unos 800, la proporción de curiosos era considerable.

Había negros, blancos y mulatos, católicos devotos y santeros sincretizados, toda gente de pueblo, humilde, digna, como Silvia García García, una negra conga de 84 años, que, emocionada, se agarró al brazo de este periodista durante los diez minutos escasos que duró la marcha: "Mi sobrina es monja ¿sabe?", declaró casi sin aire. "Está en el santuario de la Caridad, en Santiago, y allí estuvo en todos los líos del Papa".En la calle Dragones, a la altura de una oficina estatal que ostentaba en su fachada el título honorífico de "Colectivo de Tradición Heroica", a Silvia le dio un sofoco: "Ay mi hijito, perdone, perdone. Pero hacía una pila de años que esto no sucedía, y yo creía que me iba de este mundo sin volver a verlo".

Lo mismo manifestó una mujer madura del barrio, mientras el párroco de la Caridad, Ramón Sánchez Polcari, con megáfono en mano, animaba a la concurrencia y a los que miraban atónitos la tamborrada desde azoteas y balcones desconchados en los que se veían algunas bicicletas engarzadas en las filigranas de las rejas de guardavecinos.

"Yo vi con estos ojitos que me ha dado Dios lo que ocurrió la otra vez", comentó la señora, poniendo el dedo en la llaga.

Fue desde esta misma iglesia de la Caridad desde donde partió el 10 de septiembre de 1961 una aciaga procesión que acabó en disturbios y se saldó con la muerte de un joven llamado Arnaldo Socorro.

El incidente, ocurrido cuando más tensas eran las relaciones entre la Iglesia y el Estado, fue la justificación utilizada por el Gobierno cubano para prohibir las procesiones -el Ministerio del Interior difundió el día del entierro del joven Socorro una declaración en la que denunció que la Iglesia Católica estaba siendo utilizada por los "enemigos del pueblo" para conspirar contra la revolución con la "complicidad de personalidades del alto clero".

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Días después, el Gobierno expulsó a 132 sacerdotes católicos -en su mayoría españoles-, incluido el párroco de la iglesia de la Caridad, el obispo auxiliar de La Habana, Eduardo Boza Masdival, responsable de la convocatoria de la procesión. Masdival regresó a Cuba durante el viaje del Papa y ofició una multitudinaria misa en su antigua parroquia, durante la cual abogó por la reconciliación y el olvido del pasado.

Si simbólico fue este hecho, no lo fue menos la austera procesión de este Viernes Santo. Desde hace años la Iglesia venía pidiendo al Gobierno autorización para celebrar estas ceremonias religiosas públicas. En los últimos años se permitieron escasamente algunas, pero siempre en parroquias de campo, fuera de La Habana. Por eso, la autorización gubernamental para realizar la procesión de Viernes Santo precisamente en la iglesia de la Caridad dejó boquiabiertos no sólo a la negra Silvia y a los vecinos de San Leopoldo.

A oscuras, con un Cristo en penumbra, caminando a paso constante esquivando los escombros de la calle Dragones, alguien susurró: "Óyeme. Parece que el mambo se está moviendo".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_