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Reportaje:EXCURSIONES: CAÑADA REAL SORIANA

Castillos, ballenas y merinas

Sucesos y parajes insólitos jalonan esta vía de ganados trashumantes a su paso por Fuentidueña de Tajo

, Los caminantes madrileños deberíamos felicitarnos por lo que acaba de ocurrir en Fuentidueña. Una lápida pegada a un monolito a la vera del Tajo informa del evento: "Cañada Real Soriana. La Escuela Taller de Recuperación de la Cañada se inauguró el día 13 de marzo de 1998 por el presidente de la Comunidad de Madrid". Quiere decirse que nuestros gobernantes, ocupadísimos como están tramando nuevos ferrocarriles de alta velocidad, han desviado una pizca de su atención y de sus astronómicos presupuestos para remozar un humilde camino pastoril: un gesto romántico, incluso conmovedor.Durante siglos, la Cañada Real Soriana Oriental fue hollada por los ingentes rebaños de merinas que trashumaban de los pastos de verano de Tierras Altas y valle del Tera (Soria) a los de invierno del valle de Alcudia (Ciudad Real) y Sierra Morena (Córdoba). La cañada, que se alargaba incluso hasta Sevilla capital, recorría cerca de 800 kilómetros -27,5 de los cuales, por el sureste de Madrid: municipios de Brea, Valdaracete, Estremera y Fuentidueña-, pero fue perderse el hábito de la trashumancia y empezar a sufrir esta vía pública usurpaciones que, según los últimos cálculos, se han merendado el 11% del trayecto. La Administración, aunque tarde, ha comenzado a reaccionar y, a poco que cunda el ejemplo de Fuentidueña, podremos soñar con ver resanada una arteria vital para la memoria histórica y la salud del paisaje español. Ahora nos toca a nosotros dar el siguiente paso, que es hacer camino al andar.

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Con ese propósito, partiremos de Fuentidueña por la antigua carretera de Valencia para, al poco trecho, toparnos el mentado monolito junto a un puente de hierro, obra de Eiffel, que data de 1873. Por él cruzaremos el Tajo y saldremos, a mano derecha, al descansadero del Remanso de la Tejera, una explanada de 48.000 metros cuadrados que en tiempos servía como aparcamiento de reses.

Siguiendo las señales de vía pecuaria, por la margen izquierda del río, nos allegaremos a la ermita de la Alarilla, emplazada sobre un escarpe en que antaño erigíase un castillo árabe, y luego cristiano, de la orden de Santiago (no confundir con el de los Piquillos, cuyas ruinas descuellan a espaldas de Fuentidueña). Nada queda del que fue un importante bastión de la frontera del Tajo: apenas un curioso documento, de allá por 1172-1182, en que se establecía el portazgo que habían de apoquinar a la orden cuantos cruzasen el Tajo en barca o por el .puente de madera que dominaba la fortaleza. Así, los pastores: "Por L carneros de los que van a tierra de moros, I mor"; o sea, un morabetino o maravedí por cada 50 cabezas.

Rebasada la ermita, la cañada atraviesa barrancos cuajados de tarayes, carrizos y juncos churreros, que contrastan con el alto páramo circundante. Del mismo modo que contrastan los cuatro panes cultivados de Fuentidueña con los campos ajedrezados de olivares de los términos limítrofes. Y es que cuenta una leyenda que un día subió una ballena por el Tajo hasta Fuentidueña y que los ribereños, con los cálculos de la lechera, creyeron que aquello era el principio de una fuente inagotable de grasa. De ahí que arrancaran sus olivos, adelantándose en varios siglos a los deseos del comisario Fishler. Por la misma cañada arribaremos, en cuatro horas cumplidas, a Santa Cruz de la Zarza (Toledo). Pastores hay aún por estas soledades que, sendereando sus hatos, desempolvan la Soriana Oriental.

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