Fervor y multitudes: una receta para el desastre
Un año más, la tragedia se ha cernido sobre los musulmanes congregados en La Meca para el hach, la peregrinación que todo creyente debe realizar al menos una vez en su vida. Sólo la concentración humana -cerca de dos millones de personas- exige especiales medidas de precaución; sin embargo, una vez más, la avalancha humana ha provocado el pánico. Todos querían acceder cuanto antes a los tres pilares de Yamraat para cumplir con el rito de apedrear simbólicamente al diablo.El fervor religioso no es suficiente para explicar por qué tras una marcha tranquila desde la Kaaba hasta el monte Arafat y la celebración sin incidentes de la Fiesta del Sacrificio, los fieles desbordaron los lugares marcados o desoyeron las instrucciones de las fuerzas de seguridad, justo en el último día del peregrinaje. En general, los peregrinos, agrupados por nacionalidades, van acompañados por personas que les aconsejan sobre el ritual y marcan el ritmo de las diferentes etapas.
Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos realizados en mejorar las infraestructuras, los casi dos millones de personas que vienen congregándose en los últimos años parecen demasiados cuando se trata de acceder al lugar cercano al monte Arafat donde se lleva a cabo la ceremonia de la lapidación del diablo, en recuerdo del triunfo de Abraham sobre Satán. El lugar, en Mina, tiene una sola vía de acceso por donde entran y salen miles de personas a un tiempo. En principio, el flujo humano debería proceder en un solo sentido, pero muchos peregrinos ignoran las instrucciones de seguridad y tratan de salir dando la vuelta.
La misma pasarela junto a la que el jueves se produjo el accidente fue escenario en 1994 de la muerte de 270 personas, en su mayoría turcos. Las autoridades atribuyeron la tragedia a una "afluencia récord" de peregrinos. Aquel mismo año, el número total de fallecidos ascendió a 829, la mayoría por problemas cardiacos.
También en esa zona se produjo en 1990 el incidente más grave de los acaecidos hasta hoy. Una estampida en un túnel provocó la muerte de 1.426 peregrinos, en su mayoría asiáticos, que se dirigían al monte Arafat.
El año pasado fue un incendio en los campamentos el que acabó con la vida de 343 personas y motivó la hospitalización de otras 1.500, la mayoría peregrinos indios, paquistaníes y bangladesíes. Muchos de los fallecidos no murieron quemados o asfixiados, sino atropellados por la multitud que intentó huir del fuego, presa de pánico. Este año, las autoridades saudíes han tratado de conjurar ese riesgo instalando tiendas ignífugas.
De distinto cariz fue la tragedia de 1987, cuando en un hach especialmente caluroso (la peregrinación coincidió en pleno verano) la represión de una manifestación prohibida de peregrinos iraníes se saldó con 402 muertos, 275 de ellos iraníes, según las autoridades de Riad.
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