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Reportaje:

El alegre éxodo juvenil

Los universitarios venden golosinas, abetos o sangría de tintorro para financiarse sus viajes de fin de carrera

, Para algunos es su primera gran oportunidad de saborear emociones intensas por esos mundos de Dios. Para casi todos, se trata del último guiño al esparcimiento jovial y desinhibido, su oportunidad postrera para disfrutar de las cosas buenas de la vida sin amargársela pensando en bolsas de empleo, hipotecas de infarto o el dichoso recibo de la luz. Cientos de universitarios madrileños ultiman estos días sus viajes del ecuador -a mitad de los estudios- o de fin de carrera, tradiciones añejas y endogámicas que sobreviven, tenaces, al signo de los tiempos con la pujanza propia del arraigo.

Los alumnos de Matemáticas han revolucionado este año las fórmulas de financiación con una ecuación divertida y original. Lejos de limitarse a las típicas fiestorras en horario golfo o a la venta de camisetas alegóricas, los muchachos han instalado en la entra da del edificio un puestecillo, digamos, de variedades. El visitante puede adquirir en él bolígrafos, rotuladores, gominolas y menudencias varias. Entrados en el negocio de la golosina, los chavales se aplican a la faena con porte la mar de profesional: sirven el género "con las pinzas, las bolsitas de plástico y todo lo demás". Como mandan las autoridades sanitarias.

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La industria de las chucherías también ha hecho fortuna en otros centros universitarios. Los alumnos de ingeniería superior aeronáutica han montado un tenderete junto a la cafetería, lugar estratégico, en el que abastecen de chupa-chups a la comunidad universitaria a razón de 15 pesetas la unidad. Y no sólo eso: al principio del curso hicieron sus pinitos como azafatas y azafatos en un congreso de química, en el que repartían carpetas entre los eminentes congresistas y colocaban, diligentes, las transparencias en el proyector. Su debú en el campo de las relaciones públicas les reportó 100.000 pesetillas.

Rivalidad navideña

Sus compañeros verdes en la Politécnica, los estudiantes de Montes, Agrónomos o Forestales, han vuelto a centrar sus esfuerzos mercadotécnicos esta temporada en la venta de abetos navideños. La práctica funciona, y muy bien, en Montes desde hace 30 años, sólo que cada vez hay mayor rivalidad comercial entre escuelas: esta vez tuvieron que pactar hasta los espacios publicitarios que ocupaba cada cual.Las apreturas no existen, en cambió, para los alegres muchachos de Químicas, que llevan varios, viernes y vísperas de festivo aprovechando el cálido solete de la primavera para extender sus trastos en el parquecito de enfrente de su facultad. La oferta: calimocho (refresco de cola mezclado con tintorro de mesa) a 300 pesetas el litro, oferta especial de dos litros a 500, tentempiés variados a 20 duros, y, lo fundamental, campito en abundancia para la cháchara desparramada y el tueste a discreción. La afluencia ha resultado masiva. El efecto del espumoso, devastador.

Los periplos desde el campus madrileño hasta cualquier rincón -exótico o no- del planeta conservan aún buenas dosis de ritual. "No se trata sólo de viajar Porque sí, sino de preparar ese viaje a lo largo de todo el año y en compañía de los amigos", corrobora Ana, alumna de tercero de Arquitectura. La escapada no sería lo mismo sin el alboroto de los preparativos, sin las reiteradas fiestas de las noches de los viernes para recaudar unas pocas perras: no tanto porque el billete de avión salga más barato -que también-, sino por el alboroto en sí mismo. El ritual viajero parece conservar su vigencia con más holgura en las facultades de tamaño intermedio que en las grandes moles del campus capitalino. En un edificio como el de Derecho de la Universidad Complutense (con 14.500 almas estudiando en sus atestados pabellones) resulta difícil conocerse, siquiera de vista. "Este año hemos intentado organizar algo, pero no ha habido forma de que el tema prosperara", confirma Raúl, alumno de quinto curso en ese centro. "Es que aquí somos demasiada gente, y resulta imposible coordinarse. Al final te vas unos pocos días con algún grupo de amigos, o de amigas", apunta con un brillo pícaro en la mirada, "y con eso te das por satisfecho".

Escuchándoles a algunos diríase que el estudio de las leyes y la jurisprudencia aplaca las ansias viajeras del personal. "La gente, cuando llega el quinto, anda ya muy saturada con tanta facultad y sólo piensa en pasar página", reflexiona otro alumno veterano de esta carrera de letras.

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