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Moderada satisfacción en La Habana

, El Gobierno cubano reaccionó ayer con discreción y moderada satisfacción al anuncio, hecho ayer por el presidente español, José María Aznar, de que mañana el Consejo de Ministros aprobará el nombramiento de Eduardo Junco Bonet como nuevo embajador de España en Cuba. "Toda normalización es buena", fue todo lo que declaró la viceministra de Relaciones Exteriores, Isabel Allende. Allende confirmó ayer en La Habana que el beneplácito al nuevo embajador español fue otorgado el martes pasado por las autoridades cubanas, pocos días después de que fuese hecha la solicitud. Desde hace meses, las autoridades cubanas vienen manifestando su disposición a llegar a una plena normalización de las relaciones con España, pero siempre han señalado que la decisión de nombrar un nuevo embajador correspondía al Gobierno de Aznar.

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Nada más conocerse la noticia, la comunidad de empresarios españoles en Cuba expresó su satisfacción, aunque no sin ciertos matices de crítica. "Ya era hora. Ha sido demasiado tiempo sin embajador en un país en el que los empresarios españoles tenemos muchos intereses", dijo Rafael Bailo Aznar, miembro de la Asociación de Empresarios Españoles en Cuba.

Sorpresa para diplomáticos

Por su parte, Juan Arenas, presidente del influyente Comité Bilateral de Hombres de Negocios, que aglutina a las principales empresas españolas con negocios en Cuba, indicó que la decisión es positiva, pues el apoyo institucional del Gobierno a los empresarios que trabajan en la isla es muy importante, más si se tiene en cuenta que en 1997 España fue el primer socio comercial de Cuba. El año pasado las empresas españolas exportaron productos a Cuba por valor de 69.400 millones de pesetas (un 17,8% más que en 1996), mientras que las importaciones de Cuba ascendieron a 18.000 millones de pesetas (8,4% más).El anuncio del nombramiento del nuevo embajador causó cierta sorpresa en medios diplomáticos de La Habana, pues se produce cuando menos se esperaba. Después del lento y tímido proceso de acercamiento entre ambos gobiernos durante 1997, en las últimas semanas las tensiones hispano-cubanas aparentemente habían vuelto a aflorar. Signo de ello fueron las críticas y quejas que Fidel Castro hizo ante el secretario general del PSOE, Joaquín Almunia, por el papel aglutinador que jugaba la embajada de España con los disidentes.

Durante la famosa cena de nueve horas con Almunia, celebrada en La Habana a finales de febrero se dolió de que la embajada siempre había prestado colaboración y aliento a los disidentes y grupos contrarrevolucionarios. Días más tarde, el presidente cubano repitió estas denuncias durante una reunión a puerta cerrada con intelectuales y artistas cubanos, extendiéndolas al Centro Cultural Español en La Habana, al que acusó de ser un nido de contrarrevolución, según varios de los asistentes.

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