¿Se puede hablar de Euskadi razonablemente?

A juzgar por la falta de argumentos concretos para discrepar de lo que sostuve en mi artículo del pasado día 12 de marzo Historias de lo que pudo no ser en este periódico, deduzco que Vicente Molina Foix o está de acuerdo con el contenido o no lo ha leído. Vamos, que sólo le molesta mi pertenencia al PNV y, sobre todo, que EL PAÍS me haga un hueco de vez en cuando, haciendo así gala de un pluralismo que otros predican únicamente para arremeter contra lo que no les gusta.En el artículo cuya mera existencia lamenta hay unas cuantas razones por las que puede deducirse el juicio que me merecen determinadas declaraciones públicas de algunos políticos vascos y cuál debería ser la función del nacionalismo vasco en una Euskadi plural. Me gustaría volver a dar mi opinión sobre estas y otras cuestiones, si el veto del señor Molina Foix no surte efecto. Por supuesto, no espero que apruebe todo lo que pienso, pero deseo que no se sume a ese concierto de voces enfurecidas que está sumiendo a la política vasca en una confusa desmesura. Parece que se ha abierto la veda y en el follón de la cacería hay quien desearía llevarse por delante a algún vecino que le resulta molesto. Tampoco los que deseamos sinceramente la paz deberíamos contagiarnos de la falta de ecuanimidad que emponzoña todas las cosas cuando irrumpe la violencia. Todo juicio razonable es una protesta contra el terrorismo, mientras que los exabruptos y

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las simplezas no constituyen más que una torpe contribución a que las cosas sigan tan confusas como conviene a los terroristas. Como es lógico, no le estoy acusando de colaboración con banda armada; solamente le pido que no lo haga usted conmigo. Si además tiene alguna idea de cómo se arregla todo esto, bien venida sea, que lo razonable nunca está de más-