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La civilización de la memoria

Cualquier alumno del sistema educativo hoy vigente podría reencarnar la anécdota del nuevo rico que se negó a comprar una bella pintura clásica sobre Acteón porque ahí sólo veía un ciervo devorado por los perros y no el mito del príncipe cazador que ve a Diana desnuda y como castigo queda convertido en ciervo. Nunca tanto dinero del contribuyente se había dedicado a la enseñanza pública para que las sucesivas promociones escolares no puedan identificar los motivos de historia sagrada o los elementos de la mitología greco-latina en un cuadro o en un poema. Sansón es un peligroso sujeto adicto a las peluquerías unisex, Narciso es un vocalista de medio pelo, y Antígona, una maniaco-depresiva de escasísimo interés.Contra el descrédito de la memorización, la civilización es memoria. Compartir experiencias con otros alumnos, practicar la expresividad o ser libremente creativos son características de la pedagogía en boga que sistemáticamente se contraponen a otras posibilidades, como la competitividad o la memorización. Parecemos enorgullecernos de. que la historia ya no consista en saberse de memoria la lista de los faraones o de los reyes godos: memorizar, en fin, equivale a represión, pero algún día quizá consideraremos la tesis de que la no memorización equivale a ciertas formas de orfandad. En realidad, aprender historia debiera consistir no sólo en memorizar dinastías, del mismo modo que la geografía no tan sólo va a consistir en saberse arroyos y montañas de memoria, pero eso nunca logró demostrar que la comprensión fuese a sustituir la memorización, sino a complementarla y enriquecerla, como quien sabe transitar entre los documentos de un archivo y establecer analogías entre la memoria escrita y su inteligencia. Por lo general, difícilmente se puede comprender el pasado sin un sólido conocimiento de los acontecimientos y su cronología.

En términos utililarios, aceptamos que saberse poemas de memoria no sirve para nada, pero lo cierto es que al dejar de memorizarlos hemos truncado una línea de tradición permanente que fluía con la naturalidad de lo que es común y patrimonio de una lengua y una comunidad. En estos casos,lo propio es citar al crítico George Steiner cuando dice que, por contraste con todo aquello que antes se aprendía y se sabía por concentración de la memoria, la decadencia catastrófica de la memorización en nuestra educación moderna y en nuestro repertorio de adultos es uno de los síntomas cruciales, aunque todavía mal entendidos, de una poscultura.

La década de los sesenta significó de forma casi universal la irrupción de un nuevo modo de entender el aprendizaje escolar: sonaban a caduco y autoritario nociones como esfuerzo, rigor, memorización o autodisciplina, mientras que los sistemas educativos se adaptaban al ritmo de los nuevos tiempos. Triunfaba la argumentación de lo lúdico como método, la informalidad, el aula sin muros. Llevarse tarea a casa pronto estuvo prohibido. Pereció la idea de un canon educativo objetivo que tuviera que ser asimilado en las aulas. En consecuencia, aumentó con celeridad la burocracia educativa y quedó por los suelos el prestigio de la memoria.

Aunque de repente hayan aparecido tantos catecúmenos de Isaiah Berlin que incluso parece un pensador para socialistas arrepentidos, todavía es útil citarle, sobre todo cuando advierte que los principios no son menos sagrados porque su duración no pueda ser garantizada. Eso quiere decir que el deseo de garantizar que nuestros valores son eternos y seguros en algún cielo objetivo quizá sólo sea como pretender las certidumbres de la infancia o los valores absolutos de un pasado primitivo. Incluso así, Berlin asume que aceptar la relativa validez de las propias convicciones y, sin embargo, sostenerlas resueltamente es lo que distingue a un hombre civilizado de un bárbaro.

La memorización retiene para nuestro presente representaciones simbólicas de nuestro pasado, y por eso reconocer la aportación del tamtam como instrumento de percusión no debiera significar que es equiparable a la riqueza de mutaciones y alternancias de las Variaciones Goldberg, de Bach, por citar una pieza de alta cultura que ha logrado una vasta popularidad. En la actualidad, lo que ocurre es que la relativización multiculturalista impone que, por no tener nadie autoridad para decidir la prioridad entre el sonido del tam-tam y las interpretaciones de Glenn Gould, no hay indicativos suficientes para saber si lo correcto es convertir en stock de memoria el heroísmo plano de los cómics o los versos de la poesía épica. La solución acostumbra ser que todo conste, a la vez y de forma nivelada, en los manuales de estudio.

Por la misma razón, puesto que el lenguaje más asequible evita esfuerzos al estudiante, los libros de texto cada vez operan más desde la simplificación léxica. En Estados Unidos, por ejemplo, la dificultad del lenguaje que vehicula los libros de texto se ha rebajado en un 20% en dos generaciones. Es en beneficio de la comprensión igualitaria que se limita la memorización de las capacidades expresivas del lenguaje. Aparecen el balbuceo y las jergas de adolescencia, como escuálidas consecuencias de la anorexia cultural. Una vez más, el creciente poderío de la mediocridad -como dijo un filósofo- deja a los individuos extraviados entre la multitud.

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Valentí Puig es escritor, premio Josep Pla 1997.

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