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YeItsin amenaza con disolver el Parlamento si rechaza a Kiriyenko como primer ministro

El presidente ruso, Borís Yeltsin, confirmó ayer al casi desconocido Serguéi Kiriyenko, de 35 años, con menos de un año de experiencia de gobierno, como su candidato, a primer ministro de un país casi en bancarrota y en pleno proceso de transición del comunismo a la economía de mercado. El líder del Kremlin, que el lunes destituyó por sorpresa al Gabinete que durante más de cinco años dirigió Víktor Chernomirdin, no ha mostrado aún todas sus cartas, pero sí ha dejado claro que disolverá la Duma (Cámara baja) si rechaza el nombramiento de Kiriyenko.

"No provoquen una confrontación", declaró Yeltsin a los diputados. "No lo permitiré.Lo afirmo muy en serio. No intento asustar. Simplemente lo digo, como presidente. Ahorren tiempo, aprueben pronto la formación de un nuevo Gobiero con un nuevo jefe y tiremos para adelante".Aunque no es probable que unas elecciones anticipadas alteren la composición de la Cámara, dominada por los comunistas y sus aliados, la experiencia indica que la cita con las urnas no entusiasma a nadie, y que, cuando Yeltsin ha llevado los enfrentamientos hasta el límite, los diputados han dado marcha atrás.

El comunista Guennadi Selezniov, presidente de la Duma, rechazó ayer las amenazas del líder del Kremlin. "Debería saber que no nos asustamos de los ultimatos", señaló. Sin embargo, a renglón seguido, y sin que mediaran siquiera veinticuatro horas desde que afirmó justo lo contrario, aseguró que no hay que descartar que el nombramiento de Kiriyenko sea aceptado, incluso en la primera votación. La Constitución establece la disolución de la Cámara después de tres votaciones contrarias al candidato.

Yeltsin se comportó ayer como un zar paternalista cuando acudió a la Casa Blanca, la sede de Gobierno que ordenó bombardear en octubre de 1993 cuando acogía a un Parlamento que le plantó cara. Agarrando a Kiriyenko por el brazo, le condujo al antiguo despacho de Chernomirdin y le instó a que se sentara en su sillón de cuero: "Bienvenido, Serguéi VIadilenóvich. Ahora es tuyo". En el camino pasaron junto a un retrato de Yeltsin, y éste, socarronamente, le pidió: "No lo descuelgues hasta el año 2000".

La mayoría de los analistas coinciden en señalar que el cambio de Gobierno ha tenido que ver precisamente no tanto con la necesidad de dar un nuevo impulso al proceso de reformas y de resolver los acuciantes problemas económicos como con la carrera presidencial. La cabeza política de Chernomirdin cayó porque éste tenía cada día menos empacho en actuar como candidato del régimen.

El tercer mandato

El veterano apparátchik comunista, que parecía no tener enemigos, ni siquiera entre la oposición, lo encontró a la postre en el propio presidente, que aún no ha decidido si optará e no a un tercer mandato. Quienes le conocen bien apuestan por que lo intentará a poco que se lo permitan su gastado corazón, que funciona gracias a que le implantaron cinco puentes, y un cerebro probablemente afectado de arterioesclerosis.La mejor cualidad que Kiriyenko tiene para Yeltsin es, paradójicamente, su escaso peso político, que, en teoría, le elimina como rival. A cambio, el líder del Kremlin asume el riesgo de tener un novato al frente del Gobierno que no podrá quitarle tanto trabajo de encima como Chernomirdin.

En un mensaje por radio a la nación, Yeltsin definió a Kiriyenko como "un hombre nueve en los corredores del poder" que "necesitará ayuda, sobre todo al principio, porque su ascenso ha sido demasiado rapido", pero al que ya ha advertido de que "no hay tiempo que perder". Su primera tarea será resolver el problema de los atrasos salariales a millones de empleados públicos.

El presidente, que firmó ayer el presupuesto que ya había aprobado la Duma, instruyó a su primer ministro para que reduzca a la mitad el aparato gubernamental. De momento, el propio Yeltsin ha tenido que salir al paso de las declaraciones del viceministro de Finanzas, Alexéi Kudrin, quien aseguró que para reducir el déficit se pondrá este año en la calle a 200.000 empleados públicos, la mitad de ellos en la sanidad y la enseñanza.

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