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Echar raíces

La música española de creación va a vivir durante los próximos días varios actos simbólicos. Algunos vienen del lado académico, otros de la propia música. Hoy, sin ir más lejos, la Universidad Complutense de Madrid nombra doctores honoris causa a los compositores Luis de Pablo, Cristóbal Halffter, Carmelo Bernaola y Tomás Marco. Cristóbal Halffter repite distinción el próximo miércoles tomando posesión de su plaza de número en la Real Academia de Doctores con un discurso sobre la dictadura de la razón. El protagonismo de los compositores en la sociedad española no siempre ha estado a la altura de su importancia cultural. No son, pues, nada gratuitos este tipo de reconocimientos. Contribuyen a un proceso de normalización y, en definitiva, reivindican la mayor integración en la vida cotidiana del arte de los sonidos.El compositor José Ramón Encinar, director del concierto homenaje de esta tarde en el Auditorio Nacional, ha tenido el gesto de añadir a las obras seleccionadas de los cuatro nuevos doctores la orquestación realizada por Francisco Guerrero de una pieza de Iberia, de Isaac Albéniz, un proyecto que tenía absorbido al extraordinario compositor andaluz cuando la muerte le sorprendió el pasado otoño. El propio Encinar estrenará en España, el 1 de abril, otras dos obras de Guerrero -Hyades y Delta Cephel- en el marco de un monográfico dedicado a él por las V Jornadas de Música del Siglo XX de Segovia, con la participación del grupo Proyecto Gerhard y el estupendo pianista Jean-Pierre Dupuy.

Es poco probable que un músico tan radical y poco cuidadoso en el ejercicio de las relaciones sociales como Guerrero hubiese sido propuesto alguna vez para doctor honoris causa. Tampoco creo que le importase demasiado. Encinar, seguramente, lo será algún día por su impecable trayectoria musical. Decía Guerrero que escribir música era el medio de ganar el afecto y el amor de los demás, y no dudaba en declarar su admiración por Albéniz, y en concreto por Iberia, a la que consideraba Ia más grande obra española de los 100 últimos años". Sus compositores preferidos del pasado, aquellos a los que más escuchaba y que más le estimulaban, eran, sin embargo, Bach y Beethoven.

Tal día como hoy, pero de 1827, murió Beethoven, otro contemporáneo según se mire. El recuerdo del célebre compositor viene a cuento por una publicación de la Yale University Press -Beethoven in german politics, 1870-1989, de David B. Dennis, profesor de Historia en la Universidad Loyola de Chicago-, que constituye un apasionante recorrido por las diferentes utilizaciones del compositor según las condiciones históricas y políticas imperantes en Alemania, hasta desembocar en los conciertos dirigidos por Barenboim y Bernstein para celebrar la caída del muro de Berlín en una clara intención de unificación a través de la música. No sé si este mismo sentimiento -a la española, claro- es el que llevó a Alberto Ruiz-Gallardón a escoger la Fantasía coral con piano, opus 80, de Beethoven, como música de inauguración de la reformada Casa de Correos de la Puerta del Sol, sede ahora de su presidencia regional, pero en cualquier caso es significativo el estado cambiante y vivo que adquiere la música de los grandes compositores cuando trasciende sus valores artísticos y se convierte en referencia de un momento social.

Beethoven sigue siendo tema de estudio en las universidades (incluso en las nuestras: ahí están, por ejemplo, los magníficos cursos de especialización musical de la de Alcalá de Henares), y no sólo en el apartado exclusivamente sonoro. Algún día también lo serán los compositores de la segunda mitad de este siglo y el papel que han jugado en la evolución de la cultura. Es un desafío que quizá encuentre respuesta en las propias universidades. Favoreciendo el contacto con los músicos, éstas lo van a tener mucho más fácil. Aunque sea solamente por ello (y lo es por bastantes más razones, evidentemente), ya es un motivo de alegría la cuádruple investidura musical de hoy en el viejo paraninfo de San Bernardo.

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