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NUEVO GOLPE A ETA

Los vecinos describen a los detenidos como ''gente simpática y agradable"

Jorge A. Rodríguez

¿Seguro que eran ellos? Pues eran unas personas simpáticas y agradables". Una de las camareras del horno-cafetería situado en los bajos del inmueble número 5 de la calle José Laguillo de Sevilla recordaba que los tres etarras detenidos mientras dormían en el 1º B eran una mujer rubia y atractiva que solía bajar junto con sus dos compañeros de piso a tomar café o a comprar torrijas. "Incluso una vez nos prestaron una bombona de butano cuando se nos acabó", precisaba.

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Era una de las pocas personas que recordaba a los tres activistas, ya que los vecinos subrayaban que el bloque tiene habitualmente mucho trasiego de gente, ya que en él hay consultas de médicos y oficinas. Los detenidos vivían de alquiler en el número 5 de la calle José Laguillo, donde no levantaron sospechas de los vecinos."Yo recuerdo que ella era una chica rubia que solía llevar un perfume muy penetrante. ¡Ah! Y que eran muy silenciosos", afirmaba una vecina, que tuvo que ser atendida en las urgencias del cercano ambulatorio de María Auxiliadora, presa de un ataque de nervios tras su turbulento despertar. La casa pertenece a un ciudadano llamado Julián que reside en Huelva, según los investigadores. Los vecinos recuerdan que pasadas las cinco de la mañana de ayer se sobresaltaron por una gran explosión dentro del inmueble.

Algunos salieron a los descansillos del bloque y a las ventanas exteriores. "Vimos a unos guardias civiles que nos dijeron que nos metiéramos para dentro y cerráramos", describía la mujer de nervios destemplados. La explosión controlada en la puerta de la vivienda para permitir la entrada del equipo de las Unidades Especiales de Intervención (UEI), desplazado especialmente de Madrid para el asalto nocturno, destrozó parte del tabique en el que se encuentra la puerta y tiñó de negro el techo y las paredes de la entrada. Unos 15 agentes armados hasta los dientes entraron en la vivienda, de cuatro dormitorios, dos baños y terraza a la propia José Laguillo, y redujeron a los etarras sin disparar un solo tiro. "Uno de ellos empezó a gritar ¡Gora ETA!", indicaron fuentes de Interior. El piso estaba "hecho un asco", según los guardias, que subrayaron que los etarras dormían con colchonesen el suelo y en condiciones precarias. "Con todo lo que tenían allí guardado, parecía más un garaje que un piso", precisaban.

"Luego vimos que cortaban la calle en dos zonas y que sacaban a gente", declaraba un testigo de los hechos. Este hombre recordaba que el piso había sido alquilado por el trío el verano pasado y que jamás habían tenido problemas con sus convecinos pistoleros. "Y lo que menos me podía imaginar es que dormía sobre un polvorín", remachaba. "Pues nosotros lo teníamos sobre nuestras cabezas", apuntaban los trabajadores de la Ortopedia Arroyo, situada justo bajo el Iº B.

Guardias jaleados

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La aparatosidad de la presencia del instituto armado en los primeros minutos dio paso a un discreto dispositivo de vigilancia en la puerta del bloque. La custodia se prolongó más de la cuenta debido a que la autoridad judicial tardó más de seis horas en hacer acto de presencia, desde el final del asalto. Estos guardias eran continuamente jaleados por ciudadanos que pasaban a pie o en coche por la calle.Un matrimonio mayor les llegó a invitar a una botella de cava, procedente de la celebración de la boda de su hijo, al que estaban dispuestos a sisarle otras 10 botellas para enviarlas al cuartel de la 223º Comandancia de la Guardia Civil, en Montequinto (Sevilla), desde donde se ha centralizado el final de la operación. Más de uno no pudo reprimir un viva la Guardia Civil, ante la sonrisilla floja de los agentes: "Cómo no vamos a estar contentos, si les hemos dado dos palos gordos en dos días", se felicitaban.

También se felicitaba ayer el empleado de la gasolinera del kilómetro 8 de la A-92, José Manuel Ramírez. Recuerda perfectamente cómo fue la detención de los franceses Jean Esnal y David Claude Christian Gramont. "La policía creo que vino para una visita rutinaria", confesaba el encargado de la cafetería de la gasolinera. "Vinieron como hacen siempre, para darse una vuelta por los aparcamientos". Otras fuentes indican que un trabajador de la gasolinera había llamado a la policía para comunicar sus sospechas de que esos dos individuos se disponían a asaltar una nave industrial.

Precisamente en los aparcamientos estaban la furgoneta en la que habían traídos los explosivos desde Francia, el coche matrícula de Navarra y el furgón en el que iban a ser transportados el amosal y el amonal. "Tenían una actitud nerviosa que alertó a los policías". Los agentes detuvieron a los franceses en pocos minutos y sin grandes alharacas. "Al principio se le dijo a los clientes que los habían detenido por drogas", para no asustarles.

Parte de esa explosiva droga quedó por los suelos, ya que en un punto del aparcamiento aún podía verse un polvo gris casi metalizado, color característico del amosal y el amonal. Tanto los dos detenidos como el material incautado fueron puestos por la policía a disposición de la Guardia Civil.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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