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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El magisterio de Boulez

Los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Londres dirigidos por Pierre Boulez no sólo han acumulado interés y belleza, sino que además son de los que dejan huella y abren surcos. El primero, sin duda, es el del conocimiento vivo del sinfonista Elliot Carter, una de las figuras musicales norteamericanas que trabajó siempre con mayor independencia y libertad de pensamiento y de lenguaje. Nacido en 1908, Carter goza a sus 90 años de gran claridad de pensamiento, y su música adquiere día a día, mayor prestigio.Pierre Boulez ha explicado a todos desde la orquesta lo que significa Carter a través de la Sinfonía de tres orquestas (1977) y de los Tres acontecimientos para orquesta (1987-1989), obras maduras y aún recientes del músico neoyorquino. La sinfonía, a través de una compleja y extraordinariamente cohesionada disposición instrumental, parte de un poema de Hart Craner, El puente, o más bien de la consideración de algunos de sus elementos; la realización combina un proceso decreciente que va de lo más agudo a lo más grave con la sucesión de diversos caracteres sonoros.

Pierre Boulez

Ciclo Ibermúsica / Caja Madrid. Orquesta Sinfónica de Londres. Director: P. Boulez; solista: M. Vengerov, violín. Obras de Ravel, Carter, Stravinski y Prokófiev. Auditorio Nacional de Música. Madrid, 18 de marzo.

Los Acontecimientos nacen en distintos momentos y obedecen a muy concretas motivaciones: la celebración del 150º aniversario de la Orquesta de Houston (1987) constituye el primer movimiento, con su apoteosis de fanfarrias y el minucioso trabajo interválico. Al año siguiente, en memoria del promotor Paul Fromm, nace Remembranza, que nos lleva desde el elegíaco comienzo cantado por el trombón hasta la plenitud de una alusión al Doble concierto del propio Carter, compuesto años atrás. En el final del tríptico celebra el compositor sus bodas de oro en una expresión vitalista, de vivo y sustantivo contrapuntismo, siempre dentro de una gran flexibilidad de tiempos tan compleja en su planteamiento como claramente efectiva en sus resultados.

Si Boulez informó profundamente sobre Carter, casi nos descubrió dos páginas ya conocidas: los conciertos para piano de Schönberg y para violín de Stravinski. Nunca los habíamos escuchado tan explicados, con tan fuerte y aérea estructuración como esta vez gracias al trabajo de Boulez y la orquesta londinense y a la excepcional labor del pianista Ax y el virtuosismo y auténtico genio interpretativo de Maxim Vengerov. No es fácil conmocionar a un público asiduo del gran repertorio clásico romántico con un concierto como el de Stravinski, decididamente neoclásico, hecho de razón y revelador por encima de todo de la genial inventiva del maestro ruso.

Ante el clamoroso triunfo, Vengerov ofreció fuera de programa la primera parte de La chacona, de Bach, otro prodigio. En igual medida sorprendió la versión de los Valses nobles y sentimentales, que Ravel escribe para piano en 1911 y orquesta después para el ballet Adelaida o el lenguaje de las flores, estrenado el año 1912 en París por Natacha Trouhanova.

La gran visita se cerró con el gran aparato de ritmo, color e intensidades desplegado por Prokófiev en la Suite escrita, de 1916. Boulez nos ha dado unas lecciones obedientes a los más clásicos principios cartesianos sobre el destino de la música: procurar deleite y conmover las pasiones, tal y como también proclamaba Monteverdi.

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