Hay que cuidarse
Resulta que comer sin sal no es tan sano como afirmaban muchos médicos. "La sal, ni probarla. En cambio, beba mucha agua", suelen recomendar en las consultas. Sin embargo, una revista científica ha publicado recientemente el peligro que supone para el organismo privarlo del sodio que contiene la sal.Del agua también habría bastante que decir. Beber agua en cantidad -"dos litros al día por lo menos", aconsejan los galenos- produce benéficos efectos. Los tragos de agua van limpiando las cañerias corporales, las vísceras se purifican, el organismo se hidrata, la piel toma un lustre especial. Los únicos reparos a ese masivo consumo del líquido elemento consisten en que con las impurezas arrastra minerales de vital importancia y que provoca una frecuente y perentoria necesidad de acudir al excusado. Aunque según se mire. Algunos esto último lo consideran un valor añadido. Un conocido me aseguró que beber le había adelgazado, no por esas limpiezas, sino porque cada vez que le apremiaba la micción tenía que salir corriendo.
Hay que cuidarse, la ciudadanía está pendiente de ello, y otra de las fórmulas, al parecer incontrovertibles, es hacer deporte. Los médicos aconsejan deporte: footing por las mañanas, sesión de squash, aerobic, barras, flexiones, pesas y medidas, según gustos y capacidades. No es que crea mucho en eso. Uno observa a los animalitos de Dios y ninguno hace lo que los médicos recetan como imprescindible para la salud. Por supuesto que jamás se ha visto ni un elefante ni una gallina ejercitando el aerobic. Pero es que, además, ni siquiera corren. Un servidor ha contemplado en su medio natural a los animales salvajes y puede dar fe de ello. Si pasa por allí una pieza que les estimule -el apetito se lanzarán a la caza, y una vez alcanzada volverán a quedarse quietos. Los animales salvajes -y los mansos también- se pasan el día tumbados al sol, si acaso dan un garbeíto olisqueando los dones de la madre tierra, y se les ve de lo más fortachones y rozagantes. De ahí que uno no entienda por qué el hombre ha de ser el único mamífero del reino animal que para estar sano haya de sudar la camiseta, coger agujetas y hacer el ridículo corriendo en chándal calle de Alcalá arriba.
"Coma sin sal, beba agua, haga deporte". No son los únicos consejos del doctor. El primero de todos será: "No fume". No fumar es lema que ciertos ciudadanos quieren convertir en ley. Las autoridades sanitarias ya ponen en las labores tabaqueras unos mensajes inquietantes: "El tabaco perjudica la salud"; "Fumar provoca cáncer". Quizá se pasan en el tremendismo. Entre los que padecen cáncer, muchos hay que fumaban y muchos que no fumaron jamás.
Esta evidencia, que desautorizaría la pavorosa afirmación de las autoridades sanitarias, la han resuelto con un invento feliz: el fumador pasivo. A todo el que no fuma se le considera fumador pasivo. En la plaza de toros de Valdemorillo, cuya feria se celebra en febrero, instalaron unos cañones de calor. Funcionaban con petróleo, e invadía el coso un olor mareante, probablemente nocivo, procedente de su combustión. Otro espectador y yo, que estábamos en la última filla del tendido, de cuando en cuando encendíamos un pitillo, y en estas que un paisano de la fila de abajo se volvió para reprocharnos el humo y el olor de nuestras fumaradas. Le dije: "Está confundido: lo que humea y huele es el petróleo". Respondió: "Ya, pero lo que mata es el tabaco".
Ese paisano podría perecer de asfixia en la calle de Fuencarral y le echaría la culpa a uno que pasó fumándose un caliqueño. Un viandante se planta en la calle de Fuencarral y al cabo de un rato lo más probable será que se le haya atufado la nariz a causa de los gases que suelta por los tubos de escape la atronadora y pestilente riada de coches. Eso sí que mata. "Coma sin sal, beba agua, haga deporte, no fume y no vaya a la calle de Fuencarral", deberían advertir los médicos. Y las autoridades sanitarias: "Aspirar humo de los tubos de escape provoca cáncer". Pero no lo dicen. Los magnates del petróleo se pondrían como panteras. Con lo bien que les va que los catastróficos efectos de la contaminación los paguen los fumadores.
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