"No temo a las presiones, juego en la legalidad"
Ramón de la Parra, de 57 años, ex directivo de Sintex Ibérica, viudo y padre de tres hijas, ha decidido destapar sus cartas. Este jugador profesional de póquer descubierto (18 años lleva en ello) abre las puertas de su pequeña mansión de Mirasierra para lanzar su envite contra quienes, como la Policía Judicial y la Consejería de Hacienda de la Comunidad de Madrid, le consideran el principal promotor de timbas ilegales de la región. "Hay presiones contra mí, pero no las temo, porque sé que juego en la legalidad; no cómo otros, que convierten establecimientos públicos en timbas y contra los que no se hace nada", declara este especialista en burlar el azar de los naipes (siempre de baraja francesa nueva, marca Heraclio-Fournier, modelo 818).El origen de su descarte radica en los cuatro mandamientos judiciales que la policía ha solicitado contra él en el último año y que, después de tres denegaciones, dieron paso, la noche del pasado 28 de enero, a la entrada en su chalé del Servicio de Control de Juegos de Azar. Para la policía, este golpe significó el desmantelamiento de un casino clandestino; para De la Parra, un nuevo ejemplo de acoso. Ahora, con ánimo de defenderse, mueve sus cartas con precisión: recibe en su mansión (justo donde la policía dice que se organizan las timbas), se muestra rodeado de amigos (que poco a poco llenan el salón, listos para la partida del viernes noche) y muestra su comodín: un auto del Juzgado de Instrucción 15 que ordena el archivo de la causa.
La entrevista se inicia en una mesa redonda cubierta por una tabla de póquer para nueve jugadores.
Pregunta. El póquer es ilegal y supone un fraude a Hacienda. En su casa se juega. Eso es perseguible.
Respuesta. Son partidas entre amigos, gente honorable, industriales y profesionales, que nos conocemos y que queremos pasar el rato. El póquer no es delito, sino sólo una infracción administrativa. Y lo que está prohibido es jugar en establecimientos públicos, círculos tradicionales y clubes privados. Por eso jugamos aquí. Y los jueces nos dan la razón.
P. ¿Y cuánto se juegan?
R. Hay mucho mito en esto del póquer. A veces no nos reunimos los suficientes amigos y no podemos jugar. Y, cuando lo hacemos, todo varía; a veces ponemos 15.000 o 25.000 de salida y 2.000 o 5.000 de reposición. Aquí nadie se arruina, eso sólo ocurre en los casinos.
P. ¿Le permiten la entrada en el casino?
R. No puedo entrar desde hace 12 o 13 años. Me lo prohibieron por jugar con amigos.
P. ¿Cuánto duran las partidas en su casa?
R. Se juega con reloj. La duración se pacta de antemano. Las partidas suelen ser de dos horas, para no jugar demasiado dinero. Luego, si todos quieren, se repite la partida.
P. ¿Eso no es fomentar la ludopatía?
R. ¿Fomentar la ludopatía? En absoluto, en España se juega con permiso del Estado al bingo, a la lotería, a las quinielas, a los cupones, en los casinos... Si todos esos juegos no existiesen, se podría pensar lo contrario. Pero la realidad es que se juega.
P. O sea, que a usted le conviene que legalicen el póquer.
R. El póquer está legalizado en Francia, en el Reino Unido y en algunos casinos españoles. ¿Por qué no lo permiten en clubes privados, debidamente autorizados y controlados? Se mantiene como un monopolio del Estado a través de los casinos. Si lo liberalizasen, aumentarían los ingresos para las arcas públicas.
P. ¿Se gana mucho?
R. Nunca se sabe. Hay rachas en que todo te sale mal. Y las hay buenas. Te da para vivir, pero no para enriquecerte.
P. ¿Su gran partida?
R. Je, je. ¿Mi gran partida? Me acuerdo de una en Elche, hacia 1980, entre industriales. Cada uno se jugaba unos dos millones. Gané, pero pude ganar mucho más.
P. ¿Nunca pierde el control?
R. Excepcionalmente. Eso se llama calentarse, no hay jugador al que no le haya ocurrido.
P. ¿Cómo es un profesional?
R. Hay que tener condiciones y no beber. El póquer es como correr en Fórmula 1, hay que mostrar reflejos y concentración para ver en una décima de segundo la duda en el rival.
P. ¿Se juega mucho al póquer en Madrid?
R. Sí: hay mucha gente.
P. ¿Dónde?
R. Sobre todo en pubs y en algunos círculos tradicionales, donde está prohibido.
P. ¿Cuántos son?
R. Muchos; la policía los conoce, que los persiga. Allí el juego sí es peligroso y hay engaño.
P. ¿No está harto de todo eso: de la policía, el juego, las apuestas?
R. A la larga estoy seguro de que abandonaré el juego y me iré al campo, a estar cerca de mis hijas. A ellas tampoco les gusta el juego, ¿sabe?
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