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Entrevista:

"EI blindaje de fronteras no resuelve el problema migratorio"

Sami Nair es el autor de la propuesta francesa de ayuda al desarrollo con los países de donde procede la inmigración, aprobada por el primer ministro, Lionel Jospin. Profesor de Ciencias Políticas e intelectual destacado, Nair, de 50 años, hombre estrechamente vinculado a España, dirige actualmente, en calidad de asesor del Gobierno, la misión interministerial encargada de orientar la nueva política francesa sobre inmigración.Pregunta. ¿Es la mundialización lo que explica la creciente incapacidad francesa de acoger a nuevos inmigrantes?

Respuesta. La mundialización está desestructurando profundamente a todas las sociedades y las consecuencias inmediatas son el paro y la marginación social. Esto hace verdaderamente difícil que los países europeos puedan hoy aplicar una política de acogida como en los años 50 y 60, pero no podemos ignorar que en el Tercer Mundo ese mismo proceso de mundialización es mucho más grave y profundo y provoca grandes desplazamientos de población. Además de la emigración de la pobreza, el hecho novedoso es la aparición de grupos laboralmente cualificados que proceden generalmente de los países del Este.

P. ¿En qué consiste esa "otra mirada" sobre la inmigración de la que usted habla en su informe?

R. Nuestra respuesta al problema no puede ser exclusivamente policial, represiva, de cierre de las fronteras. La nueva mirada consiste en tratar de conjugar la solidaridad con nuestros intereses. La inmigración clandestina desestabiliza a la legalmente establecida, fomenta la xenofobia, el racismo y la exclusión. Tenemos que controlar los flujos migratorios y organizarlos de manera más flexible para que haya movimientos de ida y vuelta y repercutan positivamente en el desarrollo de sus países de origen. La realidad de la inmigración nos demuestra que el mercado de trabajo no actúa ya como gestión de ese fenómeno.

P. ¿Cómo se consigue ese control migratorio?

R. Favoreciendo y encauzando los ahorros de los inmigrantes hacia proyectos de sus países de origen. ¿Sabe usted que, en 1994, los trabajadores marroquíes enviaron a su país 9.000 millones de francos [225.000 millones de pesetas]? ¿Que hay asociaciones de inmigrantes en Francia que con su dinero han electrificado sus antiguos municipios? Vamos a crear un banco para garantizar que esos dineros sean invertidos en áreas productivas. El Gobierno de Francia está dispuesto a financiar proyectos, a ayudar a aquellos inmigrantes que quieren construir algo en su país, a crear su propio negocio. A esos trabajadores y a los estudiantes vamos a darles permisos de residencia para que no teman que el regreso a su país signifique no poder volver a Francia. Hay que llegar a acuerdos con esos Gobiernos para que esas ayudas se encaucen debidamente, pero lo que pretendemos es establecer microproyectos y relaciones horizontales entre nuestros municipios, nuestros departamentos, nuestras empresas y los de esos países, hacer partícipes a las comunidades de inmigrantes y las ONG y darles poder, participación, en la política de codesarrollo. Aparte de todo, esa relación tiene un efecto democratizador evidente.

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P. ¿Puede poner un ejemplo de codesarrollo.

R. En lugar de que la electrificación en Malí sea hecha por los trabajadores de una empresa pública francesa es mejor que esa empresa forme a trabajadores de Malí para que sean ellos los que hagan esa tarea y asuman su posterior mantenimiento. Si Marruecos está lanzado al desarrollo turístico, ¿por qué no formamos en Francia, entre la población inmigrante, a esos futuros empleados que necesitarán conocer el estilo y las costumbres europeas? Podemos financiar hasta con 50.000 francos proyectos medios de desarrollo. La ayuda a los proyectos es mucho más interesante que esos 4.500 francos de ayuda individual al retorno, una suma que, por otra parte, es el equivalente al salario anual medio de un trabajador de Malí.

P. ¿Se puede aplicar esa política en solitario?

R. El conjunto de Europa debe embarcarse en esa política porque tenemos todo el interés del mundo en que esos países dispongan de infraestructuras y de un tejido económico mínimos, que pongan fin a la hemorragia de conocimientos que supone para ellos la fuga de estudiantes y técnicos. Necesitamos que esos países se estabilicen y desarrollen, y es una lástima que la Conferencia de Barcelona, por ejemplo, haya presentado a la inmigración como una amenaza, sin implicarse en el codesarrollo. A estas alturas, sabemos que el blindaje de las fronteras no solucionará por sí sólo el problema.

P. ¿El incremento de la xenofobia es tan evidente?

R. El auge del racismo refleja también un problema de crisis de identidad francesa afectada por la mundialización. Los emigrantes juegan el papel de chivo expiatorio, encarnan todo lo que el francés medio rechaza, o sea, la pobreza, el paro, la no integración cultural. El aumento de la xenofobia y el racismo y la ascención del partido fascista, el FN, es correlativo al aumento de la crisis social.

P. ¿España está destinada a ser un receptor de inmigración?

R. Por su posición geográfica, España está en primera línea del problema y va a tener que hacer frente a un desafío muy fuerte. Además de cuidar sus fronteras, tendrá que elaborar una concepción de la inmigración menos abstracta, tendrá que pensar en cómo va a integrar a sus inmigrantes, porque dentro de 10 años pueden estar en una situación parecida a la de Francia.

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