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Indignación contra Samper por el desastre militar del Caquetá

Las repetidas derrotas militares ante la guerrilla colombiana han sacudido a diversos sectores de la sociedad, desde los que se exigen responsabilidades. El ex ministro de Defensa Rafael Pardo culpó ayer al presidente, Ernesto Samper. "El presidente ha buscado en momentos muy difíciles el apoyo de la fuerza pública para efectos políticos. Esto ha dejado a las fuerzas militares debilitadas en cuanto a su mando, apoyo y dirección". La indignación se ha extendido en Colombia tras la práctica aniquilación de una unidad de élite del Ejército por parte de la guerrilla esta semana en el departamento del Caquetá.

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Más de un centenar de personas murieron en estos combates, entre ellos al menos 70 soldados. Los jefes de los sectores económicos también reaccionaron. Piensan que el dinero que han invertido en el llamado "impuesto de guerra" ha caído en saco roto. "Al Ejército no le falta dinero, le falta táctica", opinaron."Si esto fuera un país serio lo ocurrido en el Caquetá significaría la renuncia del ministro de Defensa, y si fuera aún más serio debería pedir cuentas a un presidente que no ha sabido manejar un país ni política ni militarmente", declaró Juan Gabriel Tokatlian, uno de los más conocidos analistas políticos del país. No es un pensamiento aislado. Desde distintos frentes se piden responsabilidades y que rueden cabezas.

Para el presidente Samper, a los culpables hay que buscarlos dentro del alto mando militar. Ayer, junto a su ministro de Defensa, Gilberto Echeverri, por estos días apocado y dolido, el presidente viajó a la base militar de Tres Esquinas, en pleno corazón de la selva, zona de combates. Desde allí anunció una investigación para dar con los responsables "si los hay", de este "duro golpe". Samper declaró que no se permitirán más "repúblicas independientes".

A pocos kilómetros de la base de Tres Esquinas, en las poblaciones creadas por colonos que robaron un pedazo de tierra a la selva y siembran hoy coca, la guerrilla se pasea tranquila estos días, como lo hace desde hace años, en su papel de autoridad de la zona. Los colombianos han podido contemplarlos, con sus ropas militares y armas sofisticadas, en las imágenes de los enviados especiales de la televisión a la zona de guerra. A una de estas poblaciones llegó el jueves por la tarde el campesino José Antonio Sáenz. Llegó cansado después de un viaje de horas por el río, cargando en ataúdes improvisados los cuerpos de su mujer, dos hijos y un sobrino. Con cara asustada y lágrimas en los ojos contó que se quedó sin familia por culpa de los bombardeos del Ejército. La población asegura que los muertos civiles pasan de 30 y los organismos de derechos humanos ya viajaron a la zona para hacerse cargo de los campesinos que quieren huir de los combates.

El testimonio del campesino que quedó viudo en esta guerra, el de la novia del soldado que repasa sin contener el llanto la última carta que le envió y el de la madre que espera que su hijo soldado esté vivo tienen conmovido a todo el país.

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