El caníbal
He leído, animoso, las dos entregas de declaraciones de Aznar a su periódico, que han difundido sus televisiones y sus radios. Impresionan. Salvo en los dos problemas más graves, el paro y el terrorismo, lo demás todo va mejor. También habría que exceptuar la justicia, que en ese segundo aniversario parece, sin embargo, que respira algo. No respira, en cambio, la enseñanza: pequeña o grande. Tampoco se puede decir que la atención a las personas a las que la sociedad ha dejado de lado vaya mejor: enfermos, ancianos, viudas o huérfanos. Parados. Mendicantes. No tengo seguridad de que estos sectores de la vida nacional hubieran ido mejor si no hubiera ganado Aznar. A veces el tiempo pasa por sí mismo: ante el pasmo de los gobernantes. El paro se le fue de las manos a Felipe González: como a Kohl o a Chirac. Viene de otras cosas: del triunfo capitalista, como con su brutal sistema económico crea la desatención a los más débiles. Es darwiniano.El terrorismo: seguirá ensangrentado, como nació, y sólo se resolverá, a medias, cuando se negocie de alguna manera: y cuando se aborde el problema vasco total. Algo ha hecho Aznar con Arzalluz, como lo ha hecho con Pujol. Es interesante saber que gran parte del mérito de este gobernante es haber sabido hacer todo lo contrario de lo que prometía. Si hubiera cumplido su programa, ya estaría hundido. Dicen que es un mérito político. Hacer de la necesidad virtud. Si a mí me pasa lo que a Aznar hace dos años, renuncio a formar Gobierno. Por eso no estoy en la política, aunque la política está en mí, en cada uno de nosotros. Me asalta. Es su cara en el siglo XX: el totalitarismo. Algunos partidos y algunos regímenes lo adoptaron como virtud. Y, como en la tragedia griega, cuando el antagonista vence al protagonista, asume algunas de sus características.
Las democracias tomaron algo de los fascismos vencidos, porque les supusieron eficaces y útiles: ahora toman algo del comunismo caído. Hay fascismo en el antifascismo, hay comunismo en el anticomunismo. Un ensayista francés encontraba en lo blanco una presencia tremenda de lo negro (Maurice Blanchot: está muy bien traducido por Jacqueline y Rafael Conte). Y los buenos antropófagos se comían a sus enemigos para adquirir su fuerza. Eso sí: Aznar ha devorado a los socialistas después de haberles destruido. Su mayor éxito político no está en lo que ha hecho, sino en lo que ha destrozado.
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