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Madrid no quiere que Ankara pierda el tren europeo

La diplomacia española defendió en la pasada cumbre de Luxemburgo una actitud menos excluyente de Turquía ante el proceso de ampliación de la Unión Europea (UE). La tesis española es que la UE "no es un club cristiano, pero es un club" que impone unas condiciones a los socios que deseen adherirse.

La actitud, entre otros, de Alemania y Grecia, contrarias a dar a Turquía unas falsas esperanzas que, tarde o temprano, se volverían contra la propia UE, impidió un acuerdo aceptable para Ankara y llevó a las autoridades de dicho país a autoexcluirse de la Conferencia Europea, que el próximo 12 de marzo reunirá en Londres a todos los países aspirantes a ingresar en la UE.

José María Aznar, en su reunión con el presidente turco, Suleimán Demirel, y el ministro de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, en la suya con su homólogo, Ismail Cem, intentarán convecerles de que reconsideren su posición y acudan a la conferencia de Londres para no perder el tren europeo. El Gobierno francés, en una reciente visita de Demirel a París, desplegó también sus mejores argumentos para intentar convencer, aparentemente sin gran éxito, a los turcos.

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La diplomacia española ha negado que la UE pueda vetar el ingreso de Turquía en base a criterios religiosos -porque la mayoría de su población sea musulmana-, sino que debe exigirle los mismos criterios económicos, sociales y políticos que se piden al resto de los países aspirantes.

Alemania, que tiene en su territorio una importante comunidad turca, cifrada en más de tres millones de personas según algunas fuentes, no comparte el mismo criterio y considera que los elementos geográficos y culturales deben ser tenidos en cuenta. Sus tensas relaciones fronterizas con Grecia y el conflicto de Chipre, que enfrenta a las comunidades griega y turca, hace aún más difícil el diálogo entre Bruselas y Ankara.

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Europa, como Estados Unidos, no quiere, sin embargo, enemistarse con Turquía, un país con una posición estratégica clave en Oriente Próximo y el golfo Pérsico y una creciente influencia en el Cáucaso. Washington ha hecho saber a sus socios europeos su interés por que la UE atienda las reivindicaciones de Turquía.

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