El Louvre rinde homenaje a 50 grandes pianistas de nuestro siglo
El festival parisiense incluye documentos visuales y sonoros
¿Los pianistas contemporáneos son más técnicos que los de antes? ¿Pogorelich o Argerich se equivocan menos que los míticos Arthur de Greff, Backhaus, Rubinstein, Horowitz o Cortot? ¿La técnica ha cambiado? ¿Leemos las partituras de otra manera? ¿Son ahora más fieles al texto? El Museo del Louvre intenta dar respuesta a estas preguntas hasta el 16 de marzo a través de su bianual festival Classique en Images, una selección de documentos visuales y sonoros sobre 50 grandes pianistas del siglo XX.
La exposición presenta un amplio repertorio de gestos, pero sobre todo de manos, de manos de todo tipo: huesudas, estilizadas, regordetas, .de dedos filiformes o bien cortos, arrugadas o tersas, de pianista o de carnicero, pero todas ellas instrumento preciso, perfecto, al servicio de una prodigiosa imaginación sonora.Hasta el 15 de marzo, el auditorio del Louvre presenta, pues, el testimonio de unos personajes rodeados de una extraña aura. Las viejas grabaciones, cuando existen, los alejan de nosotros, porque no nos reconocemos en una sonoridad tan distinta de la asepsia impuesta por los discos compactos, pero las imágenes los hacen totalmente contemporáneos.
En 1934, poco antes de morir, ya casi centenario, Francis Planté recuerda para la cámara cómo tocaban Líszt o Chopin: "Como cualquier gran pianista de hoy, con las dos manos y sin errores". Así de fácil. Cortot lo hace de manera más didáctíca, y toca Schumann al mismo tiempo que comenta la pieza en voz alta, ofrece interpretaciones distintas y propone la suya.
No hay progreso
Todos esos pianistas, artistas de una época en que se viajaba sólo en tren y barco, pianistas para quienes la vida no era una mera sucesión de salas de concierto, personas que existían físicamente para su público, y no a través de sus discos, están ahí para demostrar que, en materia de arte no hay progreso. Planté comenzó tocando el pianoforte y acabó con pianos modernos, interpretando Mendelssohn para llegar a Debussy.El repertorio de los ancianos, sin duda, era más amplio y variado que el de los contemporáneos, pero la exigencia técnica y artística era la misma. A menudo amigos de los compositores, se querían fieles traductores de los sueños sonoros de éstos, pero nunca pensaron en sustituirles.
La manera de vivir la música de Glenn Gould, la facili dad aparente de Duke Ellington, la sobriedad de Arturo Benedetti Michelangeli, la perfección inimaginable de Benno Moisewitsch, el hieratismo aristocrático de Georges Cziffra o el gesto elegante y amplio de un descamisado Rudolf Serkin corresponden a algo inmutable y al mismo tiempo cambiante, que reconocemos pero que lleva cada vez un sello distinto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.