La decana y la columnista
El pasado 6 de enero, Rosa Montero publicó en la última página de este periódico una columna titulada Corporativo, en la que la periodista criticaba la lenidad con que, a su juicio, había actuado el Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña frente a la conducta profesionalmente reprobable de una de sus componentes. La decana de dicho colegio profesional, Rosa Martí-Sensat, no ha apreciado la opinión de la columnista y ha dirigido al Defensor del Lector una carta de queja en la que, entre otras cosas, se insta a los periodistas "a extremar su cuidado en el modo de ejercer el poder de que disponen para no caer en errores iguales o peores que los que critican".¿Qué es lo que ha provocado exactamente el reproche de la decana a la columnista? Rosa Montero contaba en su columna la historia de una psicóloga que emitió un dictamen sobre una supuesta paciente sin entrevistarse con ella y la actuación del Colegio de Psicólogos de Cataluña, que consideró leve tal conducta al tiempo que la dejaba impune por estimar, de acuerdo con los estatutos, que las faltas leves prescriben a los tres meses (la psicóloga actuó a instancias del padre y en contra y a espaldas de la madre en un proceso legal por la tutela de una hija). Tiene interés conocer los siguientes datos del expediente: 27 de febrero de 1996, presentación de la denuncia (mes y medio después de tener conocimiento la afectada del dictamen fantasma con ocasión de su ratificación en el juzgado); 9 de julio de 1997, decisión de la junta de gobierno del Colegio de Psicólogos de abrir un expediente disciplinario a la psicóloga actuante por tales hechos; 25 de julio del mismo año, nombramiento de una instructora, y, finalmente, resolución del expediente en el sentido de considerar prescrita la falta cometida. A partir de estos datos, Rosa Montero emitió un juicio que, se comparta o no, tenía una conexión lógica y congruente con los mismos: "Linda manera de actuar: fue el colegio quien se pasó de plazo, con su inepcia o, no quiero sospecharlo, su interesada tardanza". También en conexión con esos datos, la columnista trenzaba una metáfora en la que el poder burocrático y corporativo era comparado con el de "los piratas y dragones de achicharrantes fauces" en los tiempos antiguos. La decana del Colegio de Psicólogos de Cataluña no comparte la opinión de Rosa Montero, pero tampoco cuestiona la veracidad de la historia. En cuanto a ésta, la decana señala en su carta: "En ella [en la columna] se mencionaba un caso objeto de un expediente disciplinario en nuestro colegio profesional, en el que la psicóloga en cuestión emitió opiniones sobre otra persona. sin haberla entrevistado personalmente, expediente cuya resolución se dilató demasiado en el tiempo y de la que la señora Montero discrepaba". Y en cuanto a la opinión que mereció el hecho a la columnista, la decana afirma: "A partir de un hecho aislado y, lo que es realmente grave, sin ponerse en contacto con nosotros (es decir, reproduciendo exactamente el mismo error que critica en el profesional), la señora Montero insinúa un retraso intencionado en la tramitación del expediente, nos califica de 'herederos de los viejos piratas', nos acusa de 'llenar de inseguridad el tránsito social', en fin, nos descalifica de manera global".
Rosa Montero puntualiza a instancias del Defensor del Lector: "Un artículo de opinión consiste en opinar sobre algo, en este caso sobre los hechos recogidos en el informe y la reacción del colegio frente a ellos; no estaba en absoluto obligada a recabar más información; sí a reflejar los hechos de forma veraz, cosa que hice. El colegio admite que todos los datos que expongo son ciertos, de manera que lo que les molesta es precisamente mi opinión. La frase 'herederos de viejos piratas' forma parte de una metáfora que empieza en el primer párrafo de la columna y que no se entiende sacada de contexto. Esa metáfora (y el artículo entero) puede gustar o no gustar, e incluso puede parecer abominable; pero, en cualquier caso, reivindico mi derecho a decir que hoy la cerrazón de las corporaciones convierte el tránsito, social en un peligro, lo mismo que antaño los piratas coartaban el movimiento de las personas".
En realidad, el extremo sobre el que el Defensor del Lector debe pronunciarse es si Rosa Montero estaba obligada antes de escribir su artículo a "ponerse en contacto con nosotros", como señala la decana. Si el objeto de ese contacto era contrastar sus fuentes con otras autorizadas del colegio, no había razón para hacerlo, pues ¿qué fuentes podrían concebirse más autorizadas, fiables y verificables que un expediente y la resolución dictada en el caso por el propio colegio? La columnista no ha practicado en este caso ese tipo de columnismo -tan frecuente en estos pagos periodísticos y del que también existen ejemplos en el periodismo norteamericano- en el que hechos no verificados, como chismes, rumores o confidencias a media voz, sirven de materia prima con la que fabricar una determinada opinión (la que se pretende transmitir de antemano). Como noticia, el lugar apropiado para tratar la historia que cuenta Rosa Montero habría sido el espacio informativo del periódico. De tratarse de una información o un reportaje, la cuestión se plantearía de distinto modo. En ese supuesto, el periodista estaría obligado a indagar en todas las fuentes posibles, además de en el expediente, e incluso sería muy conveniente conocer el punto de vista de la decana sobre los hechos. Y no por necesidad de autentificar la noticia, documentalmente incontrovertible, sino para comprenderla en toda su dimensión y saber cómo pudo suceder una cosa así. Pero para emitir una opinión fundada bastaba y sobraba la resolución, que, en definitiva, es el lenguaje más autorizado con el que un colegio profesional puede expresarse en relación con sus propios actos. Como los jueces en sus sentencias.
Es comprensible que al Colegio de Psicólogos de Cataluña no le haya gustado la crítica de Rosa Montero y que incluso la sienta poco menos que como un maltrato. Y es muy pertinente la indicación de su decana a los periodistas para que extremen su cuidado al ejercer su poder, que, de no atenerse a determinadas reglas, podría también asemejarse, como el poder corporativo, a uno de esos "dragones de achicharrantes fauces" citados por Rosa Montero en su columna. Pero del mismo modo que al periodista hay que exigirle siempre (y así se hace desde esta sección) rigor sobre lo que informa y conocimiento sobre lo que opina, a los estamentos y organismos sociales hay que reclamarles una actitud abierta y receptiva frente a la información rigurosa y la crítica fundada provenientes de los medios de comunicación. Ese es el papel de la prensa en una sociedad democrática, a falta del cual esta última se cierra sobre sí misma y se hace corporativa.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 / 337 78 36.
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