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Tribuna:VISTO / OÍDO
Tribuna
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El cuerpo es aún de ellos

La cuestión de la propiedad del cuerpo ha sufrido un pequeño reves en el Parlamento español. Dicho de otra manera, el Estado o lo que sea -los tres poderes- aumentó un poco su control sobre el sexo, que se había aliviado vagamente con el Gobierno socialista. Todo parte de la idea de que el sexo es malo, peligroso o dañino: extender sus riesgos puede ser un delito. La idea de que es un placer o una comunión con la especie no se puede emitir: los placeres no están reconocidos y, en general, están malditos. Pero ¿por qué se considera malo al sexo? Porque en otros tiempos dependía de él la creación de la vida. Se arrastran viejas secuelas de esa función: las necesidades de siervos para el trabajo y la guerra, el mantenimiento de las clases sociales superiores, que se transfirió después a la burguesía... Las razones de los Estados para ese tema ya no existen: pero sus instituciones más antiguas no han sabido evolucionar. No hay más que ver cómo va vestido el Papa para comprender que no es un hombre de este tiempo; ni los monjes budistas, por citar algo más. La justicia tampoco sabe aceptar los cambios: es renuente a modificar las leyes porque puede perder poder. Cuantas menos leyes haya, menos capacidad de interpretación de ellas y de aplicación tiene la gran clase.Estos temas exceden a la derecha y a la izquierda, aunque se puedan apreciar leves matices diferenciales: en la cuestión del consentimiento sexual de los menores, por ejemplo, lo que se debatía en el Parlamento, en las negociaciones extraparlamentarias, era una cuestión de año más, año menos. Una ridiculez. Que los catalanes hayan apoyado la reforma conservadora es natural: su trueque es otro. Que lo hayan denunciado los vascos es también por otras razones: resulta que los velos de duda sobre su policía propia van a parar al sexo de los menores. Izquierda Unida vota en contra, pero tampoco se sabe por qué: el comunismo vivo ha querido dirigir también el sexo y la producción de vida. Sólo los libertarios supieron distinguir a tiempo. De nada les valió: se les llamó siempre utópicos, mientras los otros eran o científicos o divinos. Tanto lo son, que ahora están también impidiendo toda la posibilidad de producción de la vida por otros medios, y desde la esfera imperial se transmite la prohibición de Clinton para la clonación, a la que se atribuyen equivalentes del Maligno; qué más quieren aquí los confesionales. Los romanos.

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