Seis semanas de ataque contra ocho blancos
EE UU se enfrenta esta vez a un objetivo distinto: las armas químicas y biológicas
La primera vez que surgió la posibilidad de una acción militar contra Irak, muchos pensaron que se iba a tratar de ataques aéreos contra objetivos cuidadosamente seleccionados, para después reanudar las relaciones con normalidad, como ha sucedido varias veces desde la guerra del Golfo, en 1991. Pero la semana pasada, el secretario norteamericano de Defensa, William Cohen, dejó claro que si la acción militar se hace necesaria, ésta será "un serio golpe" contra Sadam Husein, además de ser larga y duradera. Seis semanas de ataques tras una preparación de casi seis meses.La última vez que hubo una operación de semejante envergadura fue durante el verano de 1995, cuando se bombardeó a los serbobosnios. Y el operativo duró dos semanas. A lo que ahora se enfrentan las fuerzas desplegadas en la zona es a una campaña de un mes de duración durante la cual los objetivos sean alcanzados y los daños evaluados, para volver a empezar de nuevo hasta que Husein quede completamente incapacitado.
Muchos analistas han expresado dudas sobre si estos ataques aéreos van a conseguir realmente lo que se pretende -la eliminación de las armas de destrucción masiva- sin que se produzcan potenciales efectos catastróficos. Tales ataques podrían matar civiles y expandir los contaminantes biológicos y químicos que se quiere eliminar. Ante todo, lo primero es encontrar el objetivo. Y en este caso, los objetivos, a diferencia de 1991, son las armas biológicas.
Una posibilidad de ataque sería tomar como blancos sólo las instalaciones cuyo acceso ha sido denegado. Muchos de los lugares donde se almacenan armas identificados durante y después de la guerra del Golfo estaban justo en el centro de Irak, a unos 80 kilómetros de Bagdad. Hoy, para asegurar su aniquilación, fuerzas especiales aéreas deberían aterrizar en la zona.
La mayor parte de las instalaciones iraquíes son enormes y están muy diseminadas. Si EE UU realmente quiere inutilizarlas sin expandir gases ni gérmenes debería considerar la posibilidad de usar tropas aéreas.
Según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, de Londres, Irak ya no posee ningún misil de larga distancia del tipo de los que lanzó en la guerra del Golfo, la mayoría con cabezas químicas y biológicas. De cualquier modo, los lugares sospechosos de tener misiles que no han sido aún descubiertos tienen que ser, sin duda, un objetivo para abatir, así como los aeródromos.
Sin embargo, hay otra manera de actuar sobre las instalaciones. Tanto las armas nucleares como las químicas o biológicas requieren todas ellas una gran cantidad de electricidad. Si se corta el suministro eléctrico se dificultaría la producción en las fábricas de armas.
En un posible y futuro conflicto con Irak, los ataques deberán ser más concretos que en el pasado. En 1991 hubo 12 blancos, pero la prioridad fue la destrucción del Ejército iraquí.
Ahora, EE UU y Reino Unido atacarán exactamente ocho blancos: armas de destrucción masiva, el mando iraquí, la Guardia Republicana, las telecomunicaciones, electricidad, aeródromos, defensas antiaéreas y los misiles que todavía pudieran existir. Sólo un ataque a esta escala podría dañar realmente los objetivos militares, aniquilar los almacenes de armas y golpear la confianza de Sadam.
copyright The Independent / EL PAÍS
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