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Los conflictos del dios del Mediterráneo

Judíos, cristianos y musulmanes se reúnen en Córdoba para intentar acercar la religión al proceso de paz

Juan Carlos Sanz

No es fácil observar a un rabino, a un obispo y a un imam resguardándose del tímido sol de febrero con una animada conversación bajo los porches de un patio andaluz. Esta escena de hace 10 siglos se reencarnó el pasado fin de semana en Córdoba. Herederos de Abraham, pero también librepensadores y profesores de la Sorbona o Princeton, se dieron cita para reflexionar sobre "el impacto dela religión en el umbral del nuevo milenio". Fue un simposio internacional que ha servido, ante todo, para recuperar el clima de tolerancia en el que judíos, cristianos y musulmanes convivieron en la ciudad califal, gracias a la presencia de un grupo de líderes de opinión integrado por más de 40 teólogos, profesores, diplomáticos, editores y periodistas.

Pero el espíritu de entendimiento que emanaba del barroco palacio de la Merced -sede de la Diputación Provincial cordobesa y de las sesiones del simposio- no pudo evitar que surgieran reproches entre los ponentes palestinos e israelíes. A pesar de los buenos oficios de José María Martín Patino, codirector del simposio y responsable de su organización desde la Fundación Encuentro, el borrador de acuerdo que circuló entre los asistentes no llegó a ver la luz. El bloqueo del proceso de paz en Oriente Próximo acaparó la mayor parte de los debates y relegó a un segundo plano otros foco sde conflicto étnico y religioso en el Mediterráneo, desde Argelia hasta Turquía y los Balcanes.

En el fallido comunicado final, los miembros del simposio pretendían dirigirse "a todos los responsables políticos, así como a los líderes religiosos", para pedirles que "se esfuercen por superar las situaciones de conflicto y crisis existentes en la zona del Mediterráneo ( ... ), cuna de las tres religiones monoteístas". Esta moderada declaración se estrelló, sin embargo, con el veto de representantes palestinos a incluir una mención de rechazo a la tentación del fundamentalismo y a las acciones de intolerancia que oscurecen el horizonte de convivencia en la región", en la que veían una referencia exclusiva al integrismo islámico.

"Jerusalén es el corazón de judíos y musulmanes, y no podemo vivir sin corazón", advirtió Ziad Abu Zayad, miembro del Consejo Legislativo Palestino, tras alertar contra los "enemigos de la paz de ambos lados" si Israel prosigue con la "pesadilla" de los nuevos asentamientos de colonos judíos.

En el mismo foro, el diplomático israelí Samuel Hadas, ex embajador en España y en el Vaticano, dijo, no obstante, que "el proceso de paz es irrevocable", pese a que algunos estamentos religiosos justifican la violencia. Para Hadas, la paz en Oriente Próximo sufre hoy uno de sus bajos momentos cíclicos, si bien reconoció que la tensión "está durando demasiado".

Aunque no deseable, la politización de un simposio con tales protagonistas parecía previsible. Como se encargó de aclarar al final de las sesiones el otro codirector del simposio, el ex presidente del Instituto Intemacional de Prensa (IP) Peter Galliner, se trataba de una "reunión privada", a la que se acudía "a título individual".

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A falta de una declaración conjunta, los ponentes expresaron sus conclusiones en la sesión de clausura. Así, el periodista y académico Juan Luis Cebrián defendió " una iniciativa en favor de la tolerancia en un momento crucial para el Mediterráneo", donde destacó el auge del fundamentalismo en el norte de África y Turquía.

La ciudad de Averroes y Malmónides era el marco elegido, en palabras de Martín Patino, para "limpiar la atmósfera política que envuelve las religiones" y abordar una revisión "autocrítica" de sus relaciones, con la ayuda de expertos como el profesor de la Universidad de Princeton Bernard Lewis, quien cuestionó la noción occidental de tolerancia como "una cesión de derechos desde una posición dominante".

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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