El deseado equilibrio en investigación
Es motivo de preocupación entre los científicos españoles oír hablar de un posible aumento del apoyo oficial a la investigación aplicada en detrimento de la básica. El investigador es básico por naturaleza, profundamente fundamentalista: tiende a preguntarse primero el porqué de las cosas antes de para qué sirven. Ahora bien, el apoyo oficial a la investigación debe moverse por un interés social, mientras que las miras de las empresas son siempre económicas. En consecuencia, algunas investigaciones (todas las que no auguren una ganancia a corto plazo para el inversor) carecen de futuro a menos que reciban financiación pública. A los temas relacionados con la salud, la agricultura o el ambiente en países poco desarrollados se les ve en este contexto un mal panorama.Es razonable que el que financia la investigación demande un beneficio. Si es la sociedad quien la sufraga, tiene derecho a dirigirla, porque el gobernante debe dar cuenta de la utilización de los recursos invertidos. Si una empresa aporta los fondos, podrá marcar e imponer sus directrices. Entonces cabe preguntarse dónde está la libertad del investigador. ¿Se debe o es útil coartar, coaccionar o simplemente dirigir su actividad investigadora? ¿Se puede deshumanizar la ciencia a base de una investigación dirigida a ultranza? Russell creía en las posibilidades humanizadoras de la ciencia, porque en el realismo científico y en su método veía una fuerza unificadora frente al fatalismo. Tal vez este pensamiento filosófico puede parecer un poco exagerado, pero es bastante cierto si uno considera la ciencia en sentido global. Entre las ideas que Noelle Lenoir, presidenta del Comité de Bioética de la Unesco, defiende en su escrito La ética de la ciencia: entre humanismo y modernidad (1996) hay dos que se relacionan con este tema: la preservación de la libertad de creación científica y la solidaridad intelectual y moral, que permita que el progreso beneficie a toda la humanidad. Aunque es difícil conjugar estás dos ideas, hay que tender a ello.
Hasta ahora, el pluralismo científico ha dado mejores frutos que el dirigismo. Prácticamente, todos los adelantos científicos importantes han venido de la mano de la investigación básica. El encauzamiento de la ciencia, el que vaya por unas u otras razones por derroteros fijos y preconcebidos, deja baldíos campos que, sin interés aparente inmediato, pueden ser de alta trascendencia a la hora del desarrollo de ideas de potencial aplicabilidad.
La sociedad debería tener unas miras más amplias a la hora de estimar los resultados de la investigación. Arthur Kornberg escribe: "He llegado a tomar conciencia de que las dificultades que la sociedad encuentra para apoyar nuestra investigación se deben a la incapacidad de comprender la naturaleza e importancia de la vertiente básica". Sus descubrimientos fueron cruciales para la puesta en marcha de la fructífera ingeniería genética. Un estudio reciente llevado a cabo en EE UU, apoyado en datos de empresas relacionadas con el MIT, ha mostrado que la investigación básica es una potente fuente de creación de empleo. Este hecho apoya la tesis de los que quieren ver incrementados los fondos gubernamentales para la investigación básica y ha servido para intensificar las críticas a lo que algunos llaman la comercialización de la Universidad.
El dilema entre investigación básica y aplicada debe resolverse por medio de un compromiso, de modo que las investigaciones que ofrecen la posibilidad de conocer mejor algún proceso fundamental de la naturaleza no sean abandonadas. Por otra parte, las de previsible interés económico y/ o social no deben sobrevalorarse. Este difícil equilibrio requerirá una colaboración más activa e imaginativa entre los dirigentes de la política científica y las comunidades investigadora y empresarial.
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