Contra las agresiones
Ha vuelto a suceder. Me entero en las páginas de EL PAÍS de que el pasado día 10 de enero los cabezas rapadas, skinheads, neonazis o como quiera que puedan ser denominados esta panda de desperdicios humanos (ya que ellos son la verdadera lacra de esta sociedad y no los inmigrantes, mendigos, drogadictos y demás personajes indefensos a los que se dedican a apalear), propinaron una paliza a un pintor suramericano que colabora con Jóvenes contra la Intolerancia.Leí, con la misma rabia y desesperación que él, las palabras del agredido refiriéndose a que le atacaron por la espalda, sin mirarle a la cara. Es norma. Esa clase de gente sólo tiene el valor suficiente cuando golpean en conjunto, con clara ventaja sobre la víctima, siendo inútil exigirles responder como las personas, ya que su coeficiente de raciocinio les priva de ser considerados como tales.
Lo que más me apena es contemplarles por la calle, en los sitios de Copas, ataviados con sus cazadoras verdes y sus esvásticas, mientras se pasean impasibles ante los ojos de todos los que les rechazamos. Sabemos quiénes son, sabemos dónde están, entonces, ¿por qué no se toman medidas? Ya, ya lo sé, el tema de las pruebas, de que no se puede detener a nadie por sus ideas... Todo eso está claro, aunque entre la gente también se oye otro tipo de argumentos bastante coherentes: "Esos nunca irán a la cárcel, son niños de familias ricas e influyentes, hijos de papá que hacen lo que les da la gana porque saben que éste les sacará del apuro en caso de vérselas con un juez". Me gustaría no creerlo, pero es que... En fin, el cuento de siempre, para qué nos vamos a engañar.-
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