Perlas en la Perla del Caribe
Por lo que considero una grave deficiencia de mi educación, nunca supe qué ponerme en determinados momentos históricos que tuve que cubrir, periodísticamente hablando. Por ejemplo, hace años, cuando me tocó acompañar a Lady Di, que en paz descanse, en visita turística por Toledo, cometí el desliz de calzarme zapatillas deportivas: ella lucía tacones de aguja. Por ejemplo, cuando visité en Calcuta a la Madre Teresa de (al estribillo), me puse de pie, cuando lo que aquella santa quería era que me pusiera de rodillas. En fin, un dislate (habrá captado el lector que soy la única mujer que está escribiendo en esta habitación que ha tenido el privilegio de conocer a las Emblemáticas de este Siglo; es más, soy la única mujer que está en esta habitación, escribiendo o no). Como decía, nunca sé qué ponerme, y resulta obvio que habría dado el cante otra vez si este periódico hubiera cometido la insensatez de enviarme especialmente a Cuba con el Pontífice; es más, sólo a mis deficiencias de vestuario se me ocurre achacar que, pese a mi insistencia, no me nombren corresponsal en el Vaticano para asuntos de doctrina.Pero así como no atino con el atuendo adecuado, siempre sé reconocer cuándo una colega acierta, y eso fue lo que sentí, el júbilo del aplauso admirativo carente de cizaña, cuando vi a una de las enviadas por TVE adornando su casto cuello y orejitas a juego con ¡perlas! Pues se trataba, precisamente, de informar desde la que ha sido llamada Perla de las Antillas y considerada Perla del Caribe a todos los efectos, y nada más oportuno que adornarse con las emblemáticas cuentas que tantos buenos ratos han hecho pasar, a la mujer en general y a Carmen Polo de Franco e Imelda Marcos en particular. Claro que, a su modo, Sáenz de Buruaga también ha conducido las retransmisiones vestido de homenaje a Cuba, sólo que él se decidió por el look sepulturero de Guantanamera, la película de Tomás Gutiérrez Alea.
Como todo el mundo, estos días no he hecho otra cosa que aventurar hipótesis sobre cuáles van a ser para la isla las consecuencias de la visita papal. Como yo me pongo siempre en lo peor, tengo para mí que, según la ley de Murphy, lo más probable es que, en adelante, los cubanos elijan lacastidad como novedoso método para sobreponerse a las carencias de todo lo demás que les depara la vida cotidiana. Eso es, al menos, lo que haría yo si alguien, aunque no fuera la cabeza con tiara visible de Cristo en la tierra, me hubiera echado tremendo rapa-polvo como el que les cayó a los Cubanos contra la proliferación de la promiscuidad, el empobrecimiento ético, la vulgaridad, las relaciones prematrimoniales a temprana edad y el recurso fácil al aborto".Que fue lo que les dijo el Apolaquipsis, al tiempo que arremetía contra los sistemas que, bajo falsa apariencia de libertad y progreso (chúpate esa; o no, que igual es pecado), animan a las parejas jóvenes (nada dijo de las parejas viejas) a utilizar los medios anticonceptivos para evitar los embarazos.
Con todo, el que mejor estuvo fue el cardenal (siempre hay un Cardenal: el nuestro ha dicho que todas las libertades tienen un límite; supongo que menos la suya de fiscalizar a los fiscales) de La Habana, cuando bramó en plena homilía: "¿Cómo vivir nuestra fe en un mundo erotizado?". Por si alguien no había entendido la pregunta retórica, añadió un símil fácil: "Porque el mundo está erotizado, como está alcoholizado". Los hay que se quejan de vicio, que diría Clinton.
En este mundo tarambana, no obstante el viaje papal narrado desde el perlerío, ha ocurrido otro acontecimiento. Y es la salida de la Guardia Civil de Antonio David Flores, marido de Roci-Hito, que se dispone a arriesgar su salud clavándola (en sentido figurado: trabajar), y piensa poner un restaurante o "algo relacionado con la hostelería", como ha declarado crípticamente a la revista ¡Hola! Si duda sobre el nombre a ponerle al establecimiento, le sugiero La Benemérita, aunque quizá resulte demasiado evidente: mejor, El Cuerpo. Ello será en Madrid, adonde la pareja se ha trasladado, dejando Barcelona, para alivio de quienes iban a visitar cualquier obra maestra de Gaudí y se encontraban con la pareja. A mí misma me ocurrió un par de veces, yendo vestida de la forma más inadecuada.
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