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Salvar el valle

CARMELO ENCINAS

La distancia más corta entre dos puntos es la línea recta. Ese principio geométrico elemental es el que el Ministerio de Fomento se niega a aplicar en su proyectado tren de velocidad alta entre Madrid y Valladolid. El trazado escogido para tal fin se mantiene derecho en los primeros kilómetros, pero al llegar a las faldas de la sierra sube innecesariamente hasta el valle del Lozoya, lo atraviesa inmisericorde a cielo abierto para luego dibujar un arco absurdo de 180 grados y alcanzar Segovia. El resultado serán 96 kilómetros de recorrido, cuando entre Madrid y la ciudad castellana no hay más de 60 a vuelo de pájaro. El ministerio defiende tan disparatado itinerario argumentando que es el único posible con una inversión racional acorde con la importancia de la obra. No es cierto, y los técnicos de la Comunidad de Madrid les demostraron en octubre punto por punto que estaban totalmente equivocados. El Gobierno regional defendió para este proyecto la construcción de un túnel de 24 kilómetros que cruzaba bajo tierra toda la sierra madrileña, ponía a salvo los espacios naturales de la región y enfilaba Segovia sin apenas curvaturas, con un recorrido total de 67 kilómetros, 29 menos que el ideado por los técnicos del ministerio. Ese recorte sustancial en la distancia se traduciría consecuentemente en una reducción de casi un cuarto de hora en los tiempos de viaje para los usuarios de la línea y pondría a Segovia a sólo 20 minutos de Madrid y no a los 33 que contempla el trazado de Fomento. Según los informes internos de la Comunidad de Madrid, que estos días han visto la luz, sus ingenieros desmontaron en primer término los motivos técnicos que la Subdirección de Proyectos del ministerio esgrimió para descartar ese largo túnel. Allí les mostraron los procedimientos empleados en otras obras aquí en España y las que se realizan en Suiza, Austria o Japón con túneles de hasta 57 kilómetros. Hicieron. después lo propio con las dificultades argumentadas de mantenimiento y explotación, llegando finalmente al capítulo económico, que les habían presentado en un principio como insalvable. Los ingenieros regionales, sin embargo, no sólo probaron la viabilidad presupuestaria de su opción, sino que demostraron que supondría un ahorro de más de 50.000 millones de pesetas con respecto al trazado del ministerio. Quienes así la defendieron no son cuatro advenedizos iluminados, son los mismos que están excavando casi cuarenta kilómetros de metro para Madrid en un tiempo récord y superando más dificultades en el subsuelo de las que puedan encontrarse horadando toda la sierra del Guadarrama. Por desgracia, su experiencia y autoridad en la materia sólo les sirvió para convencer, no para vencer. Los técnicos del ministerio terminaron por confesar que estudiar en ese momento la alternativa de la Comunidad les suponía retrasar tres meses el estudio informativo y que les resultaba ya imposible porque tenían directrices de sacarlo antes de fin de año y se jugaban el cargo.Todo esto no tendría mayor importancia que unos miles de millones gastados de más y la prolongación innecesaria del viaje a los futuros usuarios de no ser porque, además, nos machacan el valle del Lozoya. El trazado del ministerio, con el que ha tragado de momento la Comunidad también por orden superior, penetra 15 kilómetros a cielo abierto por ese valle con desmontes, trincheras, terraplenes y un viaducto de 2,5 kilómetros de ancho y 4.0 de alto. El de Lozoya es nuestro mejor y más emblemático valle. Un espacio natural con bosques autóctonos de roble y fresno, fauna protegida, cursos de agua, vestigios medievales y núcleos rurales que conforman un paisaje privilegiado imprescindible de conservar para las generaciones venideras. Municipios como Canencia, Gargantilla, Navarredonda o Villavieja de Lozoya no pueden ser vilmente ensartados por esa obra disparatada porque los técnicos del ministerio tengan que cumplir los plazos que les exigen unos políticos desinformados habiendo como hay una alternativa más racional, innovadora, barata y, sobre todo, respetuosa con el medio ambiente. El valle del Lozoya es para Madrid más valioso que para Castilla-La Mancha las Hoces del Cabriel. Gallardón no debe claudicar. Hay que salvar el valle.

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