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Rusia conmemora hoy el siglo de Eisenstein

Desde Letonia, Europa y América llegan ecos de la celebración del centenario del cineasta

El 23 de enero de 1898, hoy hace 100 años, nació en Riga, capital de Letonia, de padre judío y madre eslava, Serguéi Eisenstein, el más universal cineasta surgido en el tumultuoso periodo (1920 a 1930) de apogeo de las vanguardias artísticas soviéticas, que el cineasta contribuyó decisivamente a forjar. Su obra, llena de explosivas innovaciones y de rigor en la construcción de espacios y en las técnicas de montaje, tuvo una enorme influencia en el cine europeo y americano de entreguerras, y aún hoy, mientras a sus compañeros de lucha se los ha tragado el olvido y se mantienen vivos en libros de historia y ciclos de filmotecas y escuelas, su obra sigue vigente, vive en la memoria colectiva y alcanza periódicas revisiones en todo el mundo.

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Octubre roto

De diversos lugares de Europa y de América llegan ecos de la celebración del centenario de este cineasta soviético, de portentosas facultades y eje de un salto sin vuelta atrás en la evolución del lenguaje (sobre todo, en la vertiente del montaje, en la que algunas aportaciones de Serguéi Eisenstein se consideran insuperadas) cinematográfico.De su ciudad natal, Riga, llegan ecos de una celebración del centenario del cineasta, que presumiblemente no es ajena a la ambición de rescatar su obra para Letonia del patrimonio cinematográfico ruso, que lo ha heredado entre los restos que salieron a flote del naufragio de la Unión Soviética. En Moscú -donde la casa en que Eisenstein vivió y murió en 1948, cuando tenía 50 años, es hoy un hermoso museo dedicado a su vida y sus películas- y San Petersburgo, en cuyas calles rodó su célebre Octubre, se conmemora también el centenario como cosa propia.

Su película más conocida, El acorazado Potemkin, volvió a proyectarse anoche en Moscú, ciudad donde fue estrenada en una sesión especial celebrada en el teatro Bolshoi en otoño de 1925. El propio Eisenstein y la inseparable sombra de su fotógrafo, el gran Eduard Tissé, fueron llevando a toda prisa a las cabinas de proyección del giran teatro -bobina tras bobina y a medida que las iban dando los últimos retoques de montaje- la primera copia de la película que de la noche a la mañana disparó a Eisenstein a un lugar en la cumbre, entre las leyendas del cine.

Ayer, en Moscú, se reunieron en el cementerio de Novidievichi algunas conocidas gentes del cine ruso, que rindieron un homenaje a Eisenstein ante su tumba. Más tarde, en la Casa de los Cineastas, comenzó una serie de conferencias y debates sobre la obra del cineasta; y hoy prosiguen los encuentros alrededor de su memoria. La celebración rusa del siglo de Seguei Eisenstein culminará la semana que viene con la apertura de una exposición en el Museo Puschkin de los dibujos que se conservan de sus famosos story boards, admirables visualizaciones dibujadas a lápiz de los encuadres y las secuencias de imágenes propuestas en sus guiones.

Arquitectura del cine

La singularidad de estos bocetos hizo lamentarse al más famoso de los cartelistas y pintores rusos, Rodchenko, de que "el cine ha impedido desarrollarse a uno de los más grandes pintores soviéticos". Eisenstein dibujaba con extraordinaria gracilidad y precisión desde su infancia en Riga, y este don le condujo en el año 1914 a ingresar en la Escuela de Arquitectura de San Petersburgo, en la que estudió hasta 1917, año de la Revolución de Octubre, en el que el futuro arquitecto dio un violento giro a su porvenir.Eisenstein se alistó en 1918 en el Ejército Rojo y, desmovilizado en 1920, se instaló en Moscú con la idea de aplicar su habilidad pictórica a la escenografía teatral. De este aprendizaje escénico, en el que colaboró nada menos que con Vsevolod Meyerhold, máximo creador vanguardista del teatro soviético, nació su concepción del espacio fílmico, que carece de equivalentes y aún hoy sigue siendo de tal audacia que pocos cineastas se atreven a emprender algo parecido.

En México, Londres, París y, en España, la Semana Internacional de Cine de Valladolid anuncian para los próximos días proyecciones de la obra completa de Eisenstein, que es muy intensa pero no extensa, debido a los bruscos frenazos a que la censura estalinista sometió muchos proyectos del cineasta, rechazos que culminaron con su retiro en 1946, a los 48 años, dos antes de su súbita y prematura muerte por infarto.

El Instituto de México en Madrid anuncia la proyección y conversión en vídeos de la parte de su obra que Eisenstein realizó -y que, aunque el cineasta no llegó a finalizar, influyó mucho en el cine mexicano posterior en este país, tras su paso en falso en el Hollywood de 1930 para rodar a su manera Una tragedia americana, adaptación de la novela de Theodor Dreiser que acabó realizando Josef von Sternberg. Ni la intervención de amigos tan influyentes como Charles Chaplin, Mary Pickford, Douglas Fairbanks y Salka Viertel, apoyada por el influyente círculo de intelectuales y artistas europeos que se reunían en su casa de Mabery Road, lograron poner en onda las cuadrículas de los productores califórnianos con la exigencia de Eisenstein de mantener hasta el final el control del acabado de la película.

Revolución en la pantalla

Lo que Eisenstein llevaba cuando llegó a Hollywood no era mucho: tres películas, La huelga, El acorazado Potemkín y Octubre, cuya irrupción en el cine de entonces tuvo proporciones de convulsión. Años después, en 1933, tras la toma del poder de Hitler en Alemania, el jefe nazi del cine, Joseph Goebbels, que percibió la eficacia de este arte como arma ideológica, propuso al marxista Eisenstein como modelo para el cine nazi y no tardó en ser un secreto a voces que, en el poderoso encadenado de las cuidadísimas imágenes de El triunfo de la voluntad, obra básica del cine hitleriano realizada por Leni Riefenstahl, hay un minucioso análisis de las técnicas de encuadre y de montaje del cineasta soviético.Otro tanto puede decirse del cine filmado por Gabriel Figueroa, fotógrafo mexicano creador de la luz de ¡Que viva México!, inacabada obra de Eisenstein, y del cine de Emilio Indio Fernández. Y en Hollywood se forjó un giro derivado de las innovaciones de Eisenstein, que fascinaron a John Ford, quien aplicó algunas en El joven Lincoln y Hombres íntrépidos; a Rouben Mamoulian y a Howard Hawks, a través de los que los ritmos visuales -hay paralelismos irrefutables de la escena del mitin de Potemkín y City Streets y Río Bravo- del cineasta letón se filtraron en los entresijos del clasicismo estadounidense.

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