Contra el GranTurco
Allá esta Turquía, aquí Argel: allá la justicia -que es justicia militar en cuanto todo el país es militar aunque con muñecos civiles declara fuera de la ley al partido islámico; aquí la Comisión Europea va a legalizar el Gobierno militar que echó de las urnas a los islamistas que habían ganado sus elecciones. Una tenaza. En medio, Arafat, convertido en pelele, no ya de sus militares, sino de su propia figura exótica y llorica y medio disfrazada de soldado y civil. En medio, Netanyahu, con su país militar; corriendo uno y otro hacia Washington para querellar y pedir, y sacar, y parodiar: bravo y mosaico tipo del Antiguo Testamento. Todo es multicolor, gárrulo. Lo ha sido siempre. Allí se dejó un brazo Cervantes, y las mujeres de nuestras costas levantinas fueron llevadas a harenes. Y papas y reyes vendieron a los chicos de Europa en fantásticas expediciones en las "Cruzadas de los niños" -culitos frescos-, y corrió en moto Lawrence y... Bueno, toda la historia del Mediterráneo que ahora se llama Atlántico, incluso Norte, porque la OTAN -buenos días, Solana: qué carrera- le incluye. Porque todo esto es la misma guerra. La del Gran Turco, la de Bizancio. La de Lepanto o la de Constantinopla. Todo sigue de aquella gran guerra; y todo vuelve después del paréntesis desde este siglo en el que la guerra se llamó contra el comunismo. Qué curioso que nuestros semánticos, nuestros filólogos de guerra, adoptaran para nosotros la condición de Occidente, con el nombre del enemigo de Occidente; qué curioso que llamaran a Rusia potencia asiática, y al mundo soviético la Europa del Este. Para que algo continuase.La guerra contra el asiático, contra el rojo, contra el comunista ha terminado: reaparece la vieja y eterna batalla contra el islam (yo lo pondría con mayúscula,como Cristiandad; por lo que tienen de denominación de una entidad física: pero mi Libro de Estilo no suele dejar; ya no se puede tener propio ni el estilo) y va teniendo sus desarrollos.Afiancemos ahora este Gobierno ilegítimo de Argelia,finjamos que sólo matan los otros, utilicemos las víctimas como nos convenga -se ha hecho siempre- no sólo por el gas natural, sino por tener esta punta del Magreb en nuestras manos; de la otra ya se ocupan los turcos. Tengamos, en fin, otras creencias, otras maneras de vivir para culpar. Senos acabaron los comunistas, y aún eran necesarios: un occidental ha de ser antialgo.
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