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Estocolmo se convierte en capital cultural de Europa ante la indiferencia, de sus habitantes

El Museo de Arte concebido por Rafael Moneo es todavía una obra apenas concluida

Estocolmo es desde ayer, y durante todo el año 1998, la capital cultural de Europa. Con diversos actos que culminaron en una solemne cena multitudinaria en el palacio del Ayuntamiento, en la sala donde anualmente se entregan los premios Nobel y presidida por los reyes Carlos XVI, Gustavo y Silvia, ha quedado abierta una temporada de actos culturales, entre los que cabe destacar ante todo, y quizá únicamente, la inauguración del Museo de Arte Moderno y de Arquitectura, diseñado por el arquitecto español Rafael Moneo.

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Un palacio de hielo

Sin embargo, todo el entusiasmo forzado de la administración de Estocolmo y de los organizadores del año cultural no ocultan que, al igual que ya ha sucedido en años pasados en otras ciudades europeas designadas como capitales culturales, todo el concepto de designar a una ciudad como centro supuestamente extraordinario de actividades culturales durante todo un año está, si no a punto de fenecer, sí necesitada de una urgentísima revisión. Esto es aún más patente en el caso de ciudades que como grandes capitales cuentan ya con una vida cultural que difícilmente es mejorable y vendible ante un público extranjero.

La gran joya

Que la gran joya de este año cultural de Estocolmo, el museo de arte concebido por Moneo sea todavía, el día de la inauguración del año cultural, una obra apenas concluida en la que los cuadros se agolpan embalados por los pasillos es sólo una prueba del muy limitado interés por la capitalidad cultural que ha habido en Suecia. El museo será sin duda magnífico, no sólo por su logradísima construcción sino también por las grandes colecciones del siglo XX que allí se expondrán, especialmente del expresionismo, del cubismo y la pintura de la segunda mitad del siglo, especialmente el pop art norteamericano.Es muy probable que la gran decepción de muchos suecos por el fracaso de la candidatura de Estocolmo a ser sede de los Juegos Olímpicos del 2004 tenga mucho que ver con este desapego. La candidatura que finalmente ganó Atenas era controvertida en Suecia. En el caso de la capitalidad cultural lo que predomina es la indiferencia manifiesta, como se demostró ayer cuando fueron poco más de dos o tres centenares de ciudadanos de Estocolmo los que se acercaron a ver la apertura del modestísimo palacio de hielo, que para mayor desgracia amenazaba con derretirse inminentemente.

Las demás actividades programadas en el marco del año cultural, no son de mayor relieve que las que goza anualmente Estocolmo como gran ciudad de cultura que es. Los delegados invitados, entre ellos los representantes de la ciudades que serán capitales culturales en el año 2000, nueve en total, acabaron ayer convencidos de que algo se les tendrá que ocurrir para que la idea de la capitalidad cultural reviva al menos en el año del milenio. El alcalde de Santiago de Compostela, una de las ciudades designadas para ese año Xerardo Estévez está convencido de que en la ciudad Xacobea esto no sólo es posible, sino que está asegurado.

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