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Reportaje:EXCURSIONES: EL FERROCARRIL DE LOS 40 DÍAS

Vía Negrin, recuerdos de la guerra

Un paseo junto al Tajuña, siguiendo el rastro de una línea tendida en 1937 para evitar los obuses franquistas

A principios de 1937, Madrid se hallaba entre la cruz y el agua bendita. Tras seis meses de guerra, la capital era una península republicana rodeada de insurrectos por todas partes menos por una, la suroriental, precisamente la que daba cara al sol. Quiere decirse que, de todas las comunicaciones terrestres con la España leal, sólo permanecía expedita la ruta hacia Levante -a Valencia se había mudado el gobierno el 6 de noviembre anterior, dejando al general Miaja solo ante el peligro-, y ése era el fino hilo del que pendía el abastecimiento y, en definitiva, la suerte de la ciudad asediada.

Así de fea estaba la cosa cuando, el 5 de febrero, el general Orgaz, al mando de 40.000 nacionales -marroquíes casi todos, apoyados por la Legión Cóndor alemana-, acometió una ofensiva por el sur de Madrid, en el partido de Arganda, con el propósito de cruzar el Jarama y cortar la carretera de Valencia.

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La batalla del Jarama duró 11 días y terminó en tablas. Los rebeldes no lograron su objetivo, pero las fuerzas populares, que defendieron la carretera bravamente, vieron en cambio cómo el ferrocarril Madrid-Alicante, cuya línea discurría (y discurre) allende el Jarama, quedaba a merced de los facciosos entre Getafe y Ciempozuelos. Restablecer el enlace ferroviario con Levante sería una de las prioridades de la República.

Como un 'by-pass'

La idea, sobre el mapa, era buena: se trataba de tender una nueva vía que, desde Torrejón de Ardoz, corriera por la Alcarria madrileña en demanda del Tajuña, ponteando el río en Orusco y siguiéndolo aguas abajo hasta Carabaña, para luego enfilar hacia Tarancón (Cuenca) y, de ahí, continuar por Santa Cruz de la Zarza hasta Villacañas (Toledo), donde habría de empalmar con la vía ya existente. O lo que es lo mismo: practicar un by-pass entre la línea de Barcelona y la de Alicante, dando un rodeo por el este de la región para evitar el avispero del Jarama y los obuses franquistas.Sobre el terreno, la Vía Negrín -apellido que tomó de su promotor, el que fue ministro de Largo Caballero y, a partir de mayo, jefe del gobierno- no era tan buena.

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Se construyó a toda marcha -de ahí, su otro bautismo Popular: "el ferrocarril de los 40 días"-; se tomaron prestados orinientos railes de aquí y deallá, y se caláron los túneles con el ancho mínimo y sin ventilación, olvidando tal vez con las prisas que los maquinistas eran seres aerobios. No era esperable que semejante línea sobreviviera a la contienda: acabada ésta, el ramal de Torrejón a Tarancón fue desmantelado, quedando como reliquia el de Santa Cruz de la Zarza a Víllacañas hasta los años sesenta.

Uno de los tramos más reconocibles de la desaparecida Vía Negrín es el que iba de Orusco a Carabaña; un tramo de unos cinco kilómetros, que el excursionista puede inspeccionar saliendo de Orusco por la carretera de Brea para, nada más pasar el Tajuña, tirar a la derecha por una pista de tierra que discurre a la vera del río. A medio kilómetro del pueblo, se hallan los estribos del viejo puente ferroviario, prolongándose la explanación por la izquierda de la pista entre señales evidentes de desmontes, restos de balasto y traviesas aprovechadas como postes para alambrar fincas privadas.

Aunque puede hollarse a trechos, la Vía Negrín es una vía muerta a todos los efectos, agobiada de maleza, vallas y casas de ladrillo visto -más que visto, impúdico- y nombre rimbombante -El Buen Gusto, Villa García...- que afean la vega del Tajuña, abundosa por lo demás en alamedas y nogueras, frutales y olivares, maizales y bancales de acelgas, lombardas, coliflores.

De modo que el excursionista ha de resignarse a caminar por la pista, entre el río y la vía, hasta salir a la carretera de Valdaracete, a dos pasos de Carabaña.

Y resignarse, también, a la sinrazón de que los campesinos quieran holgarse hoy como señoritos en chalés de medio pelo edificados a la de Dios es Cristo sobre tierras de labor. Como dice Francisco Umbral: para esto hemos perdido una guerra. Para esto hemos perdido una vía férrea.

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