El general Grant y la 'banda de los cuatro'
En Alemania no se sometió a referéndum el Tratado de Maastricht porque ese tipo de consulta no existe a nivel federal: incluso las modificaciones de la Constitución se realizan con el apoyo de dos tercios del Parlamento y sin la posibilidad de solicitar directamente la opinión de los ciudadanos. Sin embargo, no hay otro país en Europa en el que se haya pedido tantas veces al Tribunal Constitucional que trate temas relacionados con la Unión Europea.El 12 de octubre de 1993 el Tribunal alemán sentenció que el Tratado de Maastricht no era inconstitucional, pero advirtió que cualquier futura reforma de la UE, que comportara mayor integración de sus miembros, podría topar con la Carta Magna de la República Federal. Ayer, cuatro renombrados profesores alemanes de Derecho y Economía depositaron 350 folios ante el mismo Tribunal, argumentando que su país no puede formar parte de la moneda única a partir de 1999 porque estaría violando su Constitución, al poner en peligro el derecho a la propiedad y la estabilidad económica que garantiza el texto fundamental.
La "banda de los cuatro" -como se les apoda en medios políticos de Bonn- tiene pocas esperanzas de lograr, incluso, que la demanda sea admitida, sobre todo porque la decisión de ir adelante con el euro no ha sido aún legalmente adoptada. Aún así los cuatro profesores han mantenido su caso, probablemente por dos razones: una, la amplia repercusión que está teniendo su postura en los medios de comunicación alemanes y dos, porque, en el fondo, plantea un interesante debate jurídico sobre si la UE y sus textos legales están, y deben estar, siempre sometidos a la supremacía última de las normas constitucionales de los países miembros.
Su tesis es la siguiente: la decisión de entrar en el euro puede ser constitucional, pero siempre que esa moneda cumpla otros requisitos exigidos por la Carta Magna alemana, una de las pocas del mundo que garantiza que la moneda será estable. Desde su punto de vista, el euro no podrá cumplir este requisito porque los países que lo integran, entre ellos la propia Alemania, no han logrado una auténtica convergencia económica. Así pues, el euro violaría la Constitución alemana.
Olvidemos por un momento la demanda concreta de la "banda de los cuatro" y pensemos en una situación en la que el euro, efectivamente, no fuera capaz de mantener su estabilidad. ¿Tendría derecho Alemania a abandonar la Unión?
El sugerente problema del derecho a la secesión ha sido tratado por otro profesor, el español Luis María Díez-Picazo (en un artículo titulado "Europa: las insidias de la soberanía" que publicará la revista Claves en su próximo número). Díez-Picazo descubre una sorprendente similitud con el debate que hubo en Estados Unidos antes de su guerra civil: el derecho a la secesión, afirma, es el fundamento último de toda argumentación sobre la soberanía nacional y los Tratados constitutivos de la Unión Europea "no prevén la hipótesis de la retirada de uno de sus Estados, miembros". De acuerdo con el derecho internacional, asegura, "la única forma lícita de secesión de un Estado miembro de la UE sería aquella que se produjera con el previo consentimiento de todas sus partes".
Para Díez-Picazo, si no existe el derecho de secesión unilateral, los Estados miembros tampoco tienen derecho a someter a control constitucional "aquellas normas de derecho comunitario que no reúnan ciertas características". Claro que, a la hora de verdad, la Unión Europea no tendría ni un ejército vestido de azul ni al general Ulysses Grant para impedirlo. Su única arma -como sucede en todos los campos en este fin de siglo- sería la económica. Es decir un arma atómica: quien se vaya, se muere.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.