El huevo
Mucha gente se asombra de que en la comida de los aviones le toque siempre la parte central del huevo duro. No saben que esa loncha procede de un huevo artificial, con forrna de chorizo, donde no hay más que rodajas centrales, para que las bandejas sean idénticas. Es lo que pasa también con las series de televisión terminadas en boda: no es por amor ni nada de eso, sino por la existencia de un molde previo, de una realidad con una forma predeterminada que, la cortes por donde la cortes, proporciona al consumidor rajas centrales de huevo duro o matrimonios felices, depende de que esté sentado en la cabina de un avión con destino A Santo Domingo o en el sofá de su casa alienándose concienzudamente con el mismo espíritu con el que otros viajan al Caribe.Muchos jóvenes creen que no encuentran trabajo por mala suerte, o porque no madrugan, pero tampoco es por eso, sino porque el paro está prefabricado, como la desesperación o la comida rápida. No hay nada personal en esa regulación de empleo que le ha puesto a usted en la calle con 50 años y cuatro hijos en edad de comer, ni en esa pesadilla de la que se ha despertado sudando, con el corazón en la garganta. El desasosiego es también un producto de catering, como los discursos de fin de año. SI se fija, verá que viene envasado al vacío, para que dure más y esté libre de gérmenes. No es un desasosiego verdadero, en fin, de ahí que le toque a usted siempre la parte del centro, como a mí mismo, qué le vamos a hacer.
Todo está atado y bien atado, así que no había ninguna posibilidad de que esos personajes de la tele permanecieran célibes. En cualquier caso, conviene saber que los huevos de gallina auténticos y el amor sin enlatar tienen una forma distinta. A ver si un día tropezamos con los de verdad y nos parecen defectuosos.
Feliz año.
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