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Casas Viejas, 65 años, después

El hallazgo de 20 esqueletos junto a una cuneta reaviva un preámbulo de la guerra civil

Javier Sampedro

Dicen que el miedo es libre, pero el miedo es a menudo una rutina o una cadena perpetua, un engorro, también un motor de la historia. Cerca de Benalup (Cádiz) fueron hallados el sábado 20 esqueletos humanos, enterrados a sólo un metro de profundidad, junto a la cuneta de la carretera que lleva a Medina Sidonia. Los restos no han sido datados todavía, y el subdelegado del Gobierno en Cádiz prefiere pensar que se trata de enterramientos musulmanes o visigodos. Pero en 1933, Benalup se llamaba Casas Viejas, y, junto con los huesos, el pueblo ha desenterrado la memoria del horror. Fábulas de viejos, seguramente.En enero de 1933, el presidente de la República, Manuel Azaña, pronunció la frase más desgraciada de su carrera política: "En Casas Viejas no ha ocurrido, que sepamos, sino lo que tenía que ocurrir". El presidente, posiblemente sin disponer de una información exacta, se refería a lo siguiente. Al hilo de los disturbios promovidos por la CNT, un campesino de Casas Viejas apodado Seisdedos se encerró en su casa con sus hijos y nietos. A la mañana siguiente, la Compañía de Asalto del capitán Rojas incendió la casa y los ametralló hasta la muerte. De paso, en un rasgo de contundencia, comandó una redada por el pueblo y asesinó a otras 12 personas.

Paco Sánchez, hijo de otro campesino de Casas Viejas, tenía entonces 11 años. Ayer recordaba: "Ese día murieron 33 personas, unos a balazos, otros quemados. Pero los esqueletos de ahora no creo que tengan que ver con aquello, porque los muertos fueron enterrados pocos días después en el cementerio de ahí arriba. Los huesos quizá sean de unos años más tarde, de la guerra civil. Hubo cientos de muertos en el pueblo. Por cosas políticas, ¿me entiende?".

Como su padre, y como el Seisdedos, Paco Sánchez ha sido campesino toda su vida. A sus 76 años le falla la memoria para algunas cosas que pasaron hace una semana. Pero su recuerdo es nítido e implacable cuando enfoca los acontecimientos de 1933, los que aparecen en los libros de historia como Los sucesos de Casas Viejas."El Seisdedos se llamaba Silva, creo que Juan Silva", recuerda Paco Sánchez. "Lo de Seisdedos, era de verdad: aquí, al lado del dedo pequeño, le salía otro así como de lado, más pequeño. Todavía hay familia suya por el pueblo, y también tienen las manos así. Eran buena gente, pero, usted sabe, estaban metidos en política, muy metidos".

"Silva no fue el primero en morir", prosigue el viejo. "En el mismo patio de vecinos donde yo vivía, un día antes de quemar la casa [el 10 de enero], cogieron a Manolo, Manolo Quijada. No eran guardias civiles, ésos eran más suaves, sino lo que llamaban guardias de asalto, aquellos que iban de azul, con porra y un mosquetón. A Manolo Quijada lo mataron a palos, según se lo llevaban de casa. Era un hombre de campo, y un cabecilla republicano. Los guardias estaban borrachos perdidos. También mataron a otro vecino mío que tenía 83 años, de un tiro, delante de su nieto. Matar a un hombre de 83 años..., para qué harán eso".

Para qué hicieron eso, poca gente lo entendió. Los cenetistas y los comunistas arremetieron contra Azaña por la acción sanguinaria de la Guardia de Asalto. Y la derecha, olvidando por un momento sus continuas llamadas a la represión firme, encontró una oportunidad de oro para atacar al Gobierno de izquierdas. Cuando Azaña conoció los detalles, dos meses después, confesó su desolación.

Manuel Sánchez Aparicio es el propietario de la venta El Negro, situada a pocos metros de la cuneta donde han aparecido los restos humanos. Fue quien encontró el primer cráneo -"enterito, de esos que se ríen con todos los dientes"- y avisó a la Guardia Civil. Está convencido de que los huesos provienen de "los sucesos de Casas Viejas", y cuenta decenas de historias que oyó de su padre y de su abuelo: la historia de El Limosna, el matarife que murió de un infarto al reencontrarse con una de sus supuestas víctimas, historias de camiones que supuestamente llevaban cadáveres de Casas Viejas a Medina-Sidonia y nunca llegaron a su destino. La gente le escucha en el bar. Todo el mundo ha oído historias parecidas. No son cosas para olvidar.

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