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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Beneficios sin empleo

EL AUMENTO del paro en el mes de noviembre, contabilizado en 21.000 parados más, según el registro del Inem, es un signo preocupante sobre el patrón de comportamiento de las empresas. Primero porque esta cifra supera a la del mismo mes del año anterior, lo que demuestra que el desempleo ofrece una fuerte resistencia a bajar. Pero lo más significativo es que estos decepcionantes logros en la lucha contra el paro se producen en un periodo de recuperación de la economía en el que las empresas españolas están obteniendo resultados muy satisfactorios.Según los últimos datos de la Central de Balances del Banco de España, los beneficios de las empresas han aumentado el 20,8% entre enero y septiembre. Esta mejora es coherente con un periodo prolongado de crecimiento, pero no se ha convertido en un motor de generación de empleo. Si el paro crece -el registrado en el Inem alcanza casi a 2,1 millones de personas- a pesar de que el número de contrataciones aumenta -851.000 en noviembre, el triple que en el mismo mes de 1996-, significa que el desempleo es un problema no sólo irresuelto, sino que sus causas están por desentrañar.

Los beneficios de las empresas suelen ser el termómetro que con mayor precisión mide la recuperación de la economía y su grado de estabilidad y prosperidad. Si tal extrapolación es correcta, no cabe duda de que la economía española atraviesa un periodo floreciente. Pero todas las cifras deben ser analizadas con detenimiento y calificadas con prudencia. La excelente marcha de los beneficios está directamente relacionada con la reducción de tipos de interés. En lo que va de año, el precio del dinero ha bajado en 1,25 puntos; este descenso, sumado a los de años anteriores, ha permitido a las empresas reducir sus gastos financieros en casi un 16%. Si la mejora de los resultados está basada principalmente en el abaratamiento del coste del dinero, la pregunta inmediata es qué hubiera pasado de no haberse producido esta reducción o qué puede pasar si en algún momento es necesario recurrir a una política monetaria más restrictiva.

La respuesta es moderadamente optimista. En el recorte de los gastos financieros de las empresas ha influido también, aunque sea en menor medida, el aumento de la competencia bancaria, y éste no será seguramente un factor coyuntural. Sería además injusto olvidar la importancia que tiene para explicar esta escalada de los beneficios el clima de estabilidad que se ha instalado en España en el último lustro. La paz laboral y la estabilidad en el tipo de cambio han permitido a las empresas operar sin preocupaciones ajenas a su propio negocio.

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Dicho lo anterior, de nuevo hay que reconocer que el flanco laboral sigue ofreciendo las mayores incógnitas. Las empresas están creando empleo en proporciones muy modestas -en tomo al 5% las pequeñas y medianas, apenas el 0,4% las grandes- y siempre con la inquietante sensación de que si los beneficios aumentan es precisamente porque el empleo no crece. La EPA y la Central de Balances son coherentes: la generación de puestos de trabajo es insuficiente para bajar de tres millones de parados y dar entrada en el mercado laboral a las nuevas generaciones.

La conclusión, en lo que a empleo se refiere, es pesimista: ni en una fase de crecimiento notable de beneficios y de ganancia de cuota de mercado en el exterior se alcanzan tasas suficientes de creación de empleo. A expensas de comprobar durante un periodo más amplio de tiempo los efectos de la reciente reforma laboral, parece claro que no puede ser la única clave para solventar nuestro déficit de puestos de trabajo. Esperemos que el anunciado plan de empleo que prepara el Gobierno explique este enigma y contribuya a resolverlo.

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