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Las dos Coreas se sientan negociar por primera vez un acuerdo de paz

Técnicamente todavía en guerra, las dos Coreas se sentaron ayer por primera vez formalmente con la intención de que el armisticio que aún rige en la península, 44 años después del enfrentamiento que causó tres millones de muertos, se convierta en una paz estable. Las conversaciones que se iniciaron en Ginebra tienen la novedad de que las protagonizan también EE UU, por tener desplegados cerca de 40.000 soldados en territorio surcoreano, y China, como interlocutor del régimen norcoreano.

Nada más comenzar ayer, Corea del Norte dio una muestra de lo difícil que van a ser estas conversaciones, al exigir la retirada de las tropas norteamericanas de la península y la normalización de relaciones entre Pyongyang y Washington. También pidió el levantamiento del embargo económico en vigor desde del final de la guerra coreana (1950-1953).Ni siquiera llegar hasta la apertura de estas negociaciones ha sido fácil desde que el presidente de EE UU, Bill Clinton, las propusiera en la primavera de 1996 con el beneplácito de su homólogo surcoreano, Kim Young Sam. Más de un año de encuentros y desencuentros, a tres y luego a cuatro, de carácter preliminar y de retiradas diplomáticas de los norcoreanos al imponer condiciones que los norteamericanos no aceptaban. En un principio, Corea del Norte sostuvo la conveniencia de que Washington y Pyongyang negociaran directamente un acuerdo de paz habida cuenta de que el armisticio fue suscrito por los norteamericanos en nombre de los surcoreanos. Intermitentemente, el régimen comunista planteaba como condición previa que en la mesa negociadora se abordara directamente la retirada de las tropas estadounidenses de la península. Y cuando esta exigencia no encontraba comprensión convirtieron las charlas en llamamientos de ayuda a EE UU y Corea del Sur para paliar la grave penuria que sufre el Norte desde hace tres años a raíz de las inundaciones y de una posterior sequía.

Ninguno de los participantes tiene demasiadas expectativas de que el encuentro arroje resultados concretos en los primeros compases. Nadie se atreve tampoco a pronosticar la duración. Pero lo que sí reconocen todos es que la verdadera importancia de la cita es que por vez primera ambos Gobiernos se sienten a la mesa en busca de un tratado de paz. La muerte, en 1994, de Kim Il Sung, el enaltecido líder norcoreano, frustró por sólo semanas una cumbre con el presidente surcoreano, Kim. Tres años antes Seúl y Pyongyang trataban de sellar un pacto de buena vecindad que quedó en apenas buenas intenciones. La desaparición del llamado Gran Líder y el ascenso al poder de su hijo, el enigmático Kim Jong II, ha conducido hasta Ginebra, más por las necesidades económicas del Norte que por la voluntad de sus dirigentes.

Si a los norcoreanos les apremia el hambre, a los surcoreanos la crisis económica que acaba de estallar con una virulencia inusitada. Ninguno de los telediarios nocturnos abrió ayer con el encuentro de Ginebra, relegado a segunda noticia tras la nueva depreciación de la moneda local, las amenazas de más cierres de empresas y la subida de precios de servicios básicos que el programa del FMI ha elaborado para que el país no caiga en la bancarrota.

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