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El continuismo y el delicado equilibrio entre los 'barones' marcan el nuevo Gobierno de Fraga

Xosé Hermida

Manuel Fraga coronó ayer, a sus 74 años de edad, la penúltima de sus proezas. Tras batir toda clase de marcas políticas -de longevidad en la profesión y de magnitud de las tres mayorías absolutas consecutivas que ha sido capaz de lograr en Galicia-, el presidente de la Xunta ha inscrito su nombre en la historia del folclore popular. Fraga tomó posesión de su cargo con la más multitudinaria concentración de gaiteiros, 5.000 según los organizadores, que hayan contemplado nunca los pueblos celtas de Europa. Los fastos dieron paso al anuncio del nuevo Gobierno, caracterizado por el continuismo y el delicado equilibrio entre los barones provinciales del Partido Popular gallego.

La liturgia, que el lenguaje popular ha bautizado ya como gaiteirada, se representaba por tercera vez. En esta oportunidad, Manuel Fraga puso cierto énfasis para curarse de las críticas de quienes ven en la ceremonia un simple acto de exaltación personalista. Frente a la fachada de la catedral de Santiago, coloreada por las figuras de los músicos que se encaramaron a sus balaustradas, Fraga formuló el deseo de que, a partir de ahora, "esta reunión maravillosa pueda acompañar a cualquiera que tenga la honra de sucedernos". Antes de entrar en la sede de la presidencia de la Xunta y firmar el decreto de nombramiento de sus consejeros, el fundador del PP se despidió del gentío con un grito entusiasta: "Viva sempre Galicia e os seus gaiteiros".Los músicos acompañaron a Fraga en formación desde el edificio del Parlamento, donde juró el cargo, hasta la plaza del Obradoiro, en un recorrido por el casco viejo de la ciudad, que, para ambientar totalmente la escena, saludó a la comitiva con una fina lluvia, el típico orvallo. En la sede de la Cámara, a Fraga no le faltó apoyo emocional ni político. Estaban sus hijos; su nieto Manolito, a quien condujo de la mano en parte del recorrido por las calles compostelanas; el vicepresidente del Gobierno, Rodrigo Rato, y tres ministros: los gallegos Mariano Rajoy, titular de Administraciones Públicas, y José Manuel Romay, de Sanidad, además de la ferviente fraguista Loyola de Palacio, responsable de Agricultura.

Fraga logró contener mejor la emoción que cuando la pasada semana leyó en el Parlamento su discurso de investidura, pero tampoco pudo evitar que la aflorasen las lágrimas al aludir al "breve tránsito" de la vida de los hombres.

Tras el zambullido sentimental, el presidente de la Xunta comenzó de inmediato a ejercer. Designó un nuevo Gobierno, en el que sólo han cambiado tres consejeros. De los recién llegados destaca el titular de Medio Ambiente, Carlos del Álamo, del entorno de Romay.

El principal adversario de éste en el PP gallego, Xosé Cuiña, consejero de Política Territorial, no ha logrado su objetivo de alcanzar la vicepresidencia, pero Fraga le ha compensado encomendándole la dirección de la política parlamentaria y la tarea de responder a la oposición en nombre del Ejecutivo.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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