Dientes de acero en un oficio de viejos mineros
Un problema típico de Madrid para la excavación de túneles es la repentina aparición en el subsuelo de bolsas de arena con agua a presión. Esa característica del terreno es, en parte, responsable de que a la cabeza de las tuneladoras haya que reponerle los dientes de acero cada escasos metros. La Adelantada, sin ir más lejos, mostraba la semana pasada una hilera de dientes dorados junto a pequeños muñones de acero abrasados por la arena. Los empleados de la empresa que realiza las obras de la línea 7 aprovecharon el paso del topo gigante por la estación de Peña Grande para reparar los daños que tenía. "El terreno de Madrid es muy engañoso porque se ve blandito, pero la arena actúa como una lija. Se come todo", explica Jesús Trabada."Nos dieron la garantía de que iban a durar para 500 metros de túnel, pero, !una leche!, entre la avenida de la Ilustración y Peña Grande ha habido que cambiarlos cada 40 metros", continúa este ingeniero de caminos. Las características del suelo han impedido el uso de topos mecánicos en la unión de las líneas 8 y 10 del metro, debajo de la plaza de Rubén Darío. El túnel que conectará esas líneas en la nueva estación de Gregorio Marañón se ha construido por el llamado método belga: abriendo el subsuelo con un pico en las manos, un trabajo para el que tradicionalmente se emplea a mineros.
Con el método belga, 24 personas, trabajando en tres turnos de ocho horas (ocho personas por cada turno), consiguen hacer dos metros y medio de túnel al día. El trabajo con tuneladora necesita unos 40 operarios cada jornada, pero realiza entre 10 y 23 anillos de hormigón. Cada uno de esos anillos, llamados dovelas, supone un túnel de 1,5 metros de ancho.
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