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Silvio Berlusconi es condenado a un año y cuatro meses de cárcel por un delito financiero

Silvio Berlusconi, el principal magnate de los medios de comunicación italianos, fue condenado ayer a un año y cuatro meses de prisión por un tribunal de Milán que le encontró responsable de fraude en la operación de compra en 1989 de la empresa cinematográfica Medusa. El ex primer ministro italiano no tendrá que ir a la cárcel por este delito, ya que la pena le fue condonada en aplicación de un indulto habido en 1990.

"Sorprendentemente, me veo sometido a una condena sin consecuencias prácticas, con el simple objetivo de deshonrar mi imagen. Hoy se ha negado cualquier principio de civismo jurídico, como ocurre únicamente en los peores regímenes totalitarios", declaró Berlusconi al conocer la sentencia. El tribunal optó por reducir también la multa, que inicialmente era de 50 millones (4 millones de pesetas). Se trata del primer descalabro judicial para Berlusconi, que tiene pendientes otros tres procesos, dos de ellos de envergadura.Malos tiempos para la coalición de oposición en Italia, el Polo de las Libertades, y para su máximo líder, Silvio Berlusconi, presidente de Forza Italia, que ayer sufrió el primer revés penal en una vida profesional acosada por investigaciones y procesos judiciales. Los jueces de la sala sexta de lo penal del Tribunal de Milán han roto con su sentencia de ayer la trayectoria afortunada del magnate de las comunicaciones italianas, que ha encajado la sentencia condenatoria junto a Carlo Bernasconi, administrador de Reteitalia, la empresa del grupo Fininvest implicada en la compra fraudulenta.

Bernasconi recibió, como su jefe, una condena de un año y cuatro meses de cárcel por el mismo delito y le fue impuesta una multa de 10 millones de liras, ambas suspendidas en aplicación del indulto de 1990 que afecta a todos los delitos anteriores a esa fecha cuya condena no exceda los dos años de prisión.

La sentencia tiene un valor de carácter más moral que práctico, ya que el delito, la falsificación del precio de compra de la empresa cinematográfica Medusa, es un ejemplo menor en la abundante serie de supuestos delictivos que acosan al líder de Forza Italia.

El caso Medusa se remonta a 1989, cuando Reteitalia, una de las empresas de Fininvest, consumó la compra de la mencionada empresa cinematográfica por un valor de 28.000 millones de liras. Sin embargo, una parte de ese dinero, en concreto 10.000 millones de liras, regresó a Reteitalia y fue colocado en libretas al portador a nombre de los dirigentes del grupo, empezando por Berlusconi. La acusación sostenía que la operación entera se llevó a cabo para poner dinero negro en circulación.

La Fiscal acusó a Berlusconi de promover una operación delictiva de la que, en su calidad de presidente de Fininvest, no podía estar al margen. La defensa, sin embargo, había negado este extremo, asegurando que las libretas al portador eran controladas por Luigi Berlusconi, padre del acusado. Ayer, Guido Viola, abogado defensor de Giancarlo Foscale, uno de los tres absueltos por los jueces, se felicitó por una sentencia que, además de ser benigna con su cliente, deja, según explicó, la puerta abierta a los restantes letrados "para recurrir una sentencia" débil.

Sobre la cabeza de Berlusconi pesan dos graves procesos de corrupción. El primero relacionado con supuestos pagos a la Guardia de Finanza italiana para lograr que suavizaran los controles fiscales en tres de sus empresas. El segundo, relacionado con la empresa Oliveria radicada en un paraíso fiscal desde la que, presuntamente, el líder de Forza Italia desvió 10.000 millones de liras con destino al ex primer ministro socialista Bettino Craxi.

En julio de 1994, cuando su hermano Paolo fue detenido en relación con el fraude fiscal, el entonces primer ministro Silvio Berlusconi recurrió a una estratagema legal para evitar que el tren de la justicia le arrollara en su nueva dirección del palacio Chigi. Congeló temporalmente sus derechos sobre el grupo empresarial Fininvest y anunció que quedarían en manos de un alto comité de expertos.

Después de todo, resultaba considerablemente atípico que el jefe del Gobierno de un país democrático dispusiera de un verdadero imperio económico.

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