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Entrevista:

"Muchos de los pasos del Gobierno y de sus diputados son ajenos a los principios democráticos"

ENVIADO ESPECIALEl mandato de Michal Kovac, de 67 años, primer presidente de Eslovaquia, toca a su fin en un ambiente que preludia una crisis constitucional en el pequeño país centroeuropeo. Su enfrentamiento con el jefe del Gobierno, Vladimir Meciar, cuyos métodos autoritarios desaprueba y al que no menciona por su nombre, ha marcado decisivamente los cinco primeros años de vida del joven Estado, nacido en 1993 tras la partición amistosa de Checoslovaquia. A diferencia de Praga, donde se quedaron los emblemas y los mitos de la revolución de terciopelo, a Bratislava le cuesta encontrar un puesto claro en el pelotón de países poscomunistas que llaman a las puertas de la otra Europa.

Pregunta. Eslovaquia retrocede políticamente. Sus objetivos internacionales están más lejos que nunca.

Respuesta. Muchos de los pasos que dan el Gobierno y sus diputados en el Parlamento son ajenos a los principios democráticos. En esto están de acuerdo la propia oposición eslovaca y nuestros socios en la Unión Europea. Yo también los crítico. Por otra parte, la lucha política está enseñando a los eslovacos a apreciar estos principios, y ellos son los que van a decidir en las próximas elecciones. Por nuestra política interna se nos ha negado la entrada en la primera fase de la OTAN, y también la Comisión Europea nos ha dado de lado para discutir nuestra incorporación a la Unión Europea.

P. ¿Cómo ve la crisis política checa?

R. Confío en que la resolverán de forma rápida y que sus dificultades actuales no pongan en peligro su proceso de integración en la OTAN y en la Unión Europea. A Eslovaquia le interesa que sus vecinos formen parte de la primera oleada de integración en las estructuras occidentales.

P. Parece que la política eslovaca sigue enfangada en los mismos temas que hace dos años.

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R. Es sólo una sensación. ¿Habría esperado usted hace dos años la situación de los checos hoy? Es una ilusión esperar que la transformación de los países poscomunistas, su proceso hacia la democracia, vaya a ser rápido. O que sus ciudadanos vayan a comportarse como si siempre hubieran tenido hábitos democráticos. Tener una mayoría parlamentaria no significa adoptar decisiones democráticas, como ocurre en Eslovaquia.

P. ¿Qué opina del reloj de enfrente, en la plaza, que marca la cuenta atrás de su mandato?

R. Quienes lo han instalado deberían sentirse muy avergonzados si tuvieran algún sentido de la cultura democrática. Desde que este Gobierno [el de Vladimir Meciar] llegó al poder en 1994, uno de sus primeros objetivos ha sido intentar destituirme. Al final han acabado en el reloj que usted menciona.

P. ¿Cree que el Parlamento elegirá nuevo presidente de la República cuando usted abandone el cargo en marzo?

R. No estoy seguro. Hasta hoy no se han iniciado conversaciones serias entre el Gobierno y la oposición. Ningún grupo tiene suficientes diputados para elegir a mi sucesor.

P. ¿A quién van a parar sus poderes si no se designa jefe del Estado?

R. Algunas de mis funciones pasan al primer ministro. Pero otras no son transferibles, como aceptar la dimisión del Ejecutivo, encargar su formación o sancionar las leyes. Sin un nuevo presidente no tiene sentido aprobar nueva legislación. Lo que a mí me gustaría es que, llegado el caso, se opte por alguien no vinculado a ningún partido político. Si el Parlamento no se pone de acuerdo, la designación tendrá que esperar hasta después de las elecciones de septiembre. Esto sería grave: concentraría todavía más poder en manos del primer ministro.

P. ¿Va a entrar usted en política cuando deje el cargo?

R. Todavía no lo he decidido pero creo que va a ser inevitable permanecer algún tiempo más. Aunque no tengo clara la forma en que me incorporaré.

P. ¿Está resultando muy duro construir un nuevo Estado?

R. Sí. Pero tengo la sensación de que el esfuerzo merece la pena, porque es una tarea histórica.

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