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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Lucha en ei Kremlin

LA DESTITUCIÓN como ministro de Finanzas ruso de Anatoli Chubáis ha sido, sin duda, un duro revés para los planes del presidente Borís Yeltsin. Chubáis no es sólo uno de los grandes impulsores de la modernización y la privatización de la economía rusa., Es. el hombre de máxima confianza de Yeltsin. Ha sido un grupo de banqueros, los mismos que apoyaron la reelección de Yeltsin, el que ha provocado su caída. Y ésta ha arrastrado a Borís Nemtsov, la brillante promesa que parecía ya el delfín del presidente.Que Chubáis y Nemtsov sigan en el Gobierno como vicepresidentes no palla la pérdida del poder que tenían en sus ministerios. Su permanenecia en el Ejecutivo es un gesto de Yeltsin. Trata de mantener la confianza de inversores y organismos monetarios. Pero en ningún caso evita la impresión de que, de nuevo, el verdadero hombre fuerte es Víktor Chernomirdin, el primer ministro. Ha sido el triunfador de esta lucha en el Kremlin.

Algunos de los más poderosos banqueros han oficiado de verdugos de Chubáis. Cierto que éste se prestó a cobrar como derechos de coautor de un libro sobre privatizaciones -nunca escrito- una cantidad escandalosa: 13 millones de pesetas. Pero esta cifra es anecdótica comparada con las que se barajan dentro del sistema de corrupción generalizada que impera en Rusia.

Pero Chubáis, el político que se presentaba como campeón de la limpieza, no ha sobrevivido a esta licencia. Paradójicamente, él fue el responsable, con una política de privatizaciones eficaz, pero sumamente impopular, del enriquecimiento de los hoy poderosos financieros y propietarios de medios de comunicación que ahora se han lanzado a su yugular. Especialmente, Borís Berezovski, uno de los hombres más ricos de Rusia, expulsado del Kremlin por Chubáis y Nemtsov hace tan sólo unas semanas. La gota que debió colmar el vaso fue la adjudicación de la privatización de una parte de una nueva empresa nacional de telecomunicaciones al mejor postor, y no a los intereses de Berezovski y del magnate VIadímir Gusinnski, que han utilizado sus medios de comunicación para airear el caso Chubáis.

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Ahora se trata de ver en qué medida van a afectar los cambios a la política económica de Rusia. Antes de las recientes tormentas financieras y de la caída de la Bolsa parecía que la economía rusa se hallaba por fin en vías de recuperación. Lo ocurrido refleja, sin duda, la resistencia organizada de una parte de la nueva bligarquía financiera rusa contra las políticas de liberalización de las que se benefició en un principio. Mientras, la mayoría de los rusos no acaban de ver el final de un túnel que se hace ya muy largo.

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