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Arrabal celebra que el teatro vuelva a hablar del individuo y no de los grupos

El escritor publica una antología de todas sus obras teatrales

Miguel Ángel Villena

El tiempo parece haber sosegado a este intelectual atípico que se atrevió a publicar una Carta abierta al general Franco en plena dictadura o que reveló que se le aparecía la Virgen María. Narrador, ensayista, poeta y cineasta, el teatro es el género que más define a Fernando Arrabal (Melilla, 1932). "La grandeza del teatro", explica el escritor, "radica en que es algo efímero e irrepetible. En los últimos años el teatro vive un renacimiento que habla más de las conductas individuales, en lugar de los grupos, y que aspira a un mundo más inteligente".

Muy preocupado por las aportaciones que la ciencia o la filosofía están haciendo al pensamiento contemporáneo, Arrabal explica que, durante décadas, los motores de la modernidad como el surrealismo pretendían cambios sociales y manejaban ideas de grupo. Entre la sorna y la sinceridad el escritor comenta: "Habrá que rendir un homenaje a aquellos autores teatrales como Bertolt Brecht o Luigi Pirandello que, desde perspectivas estalinistas o fascistas, creían en los colectivos y en un mundo mejor. Pirandello decía que la fantasía era una mujer vestida de negro que acudía a visitarlo. Ahora nos vienen a ver impresiones de todos los colores, desde la ciencia, desde el amor, desde el humor, desde la ilusión..."Individualista y simpatizante de las ideas anarquistas -"siempre y cuando los anarquistas no tomen el poder"-, Arrabal se muestra más interesado por la moral que por la política. Le gusta recordar que Vicente Aleixandre ya remarcara que "el conocimiento que aporta Arrabal está teñido de, una luz moral que está en la materia misma de su arte". Como uno de los dramaturgos más representados en el mundo, Arrabal no exterioriza especial disgusto por no ser un autor muy llevado a los escenarios españoles. "Eso del éxito o el fracaso, de que mis obras las hayan interpretado la Comèdie Française o Laurence Olivier, son puros accidentes", afirma.

Con obras tan relevantes como El triciclo, El cementerio de automóviles o El arquitecto y el emperador de Asiria, Arrabal defiende sin dudar la validez de la literatura dramática aunque nunca llegue a representarse. "Si los textos sólo existieran sobre la escena ¿qué diríamos de autores como Cervantes o Valle-Inclán que no vieron sus obras representadas en vida?"

Arrabal presentó ayer en Madrid su Teatro completo, en dos volúmenes que ha editado Espasa Calpe, y anunció que no descarta la idea de regresar a España y vivir en temporadas repartidas entre Madrid y París, su residencia desde hace muchos años. Mientras sigue escribiendo -está preparando Diálogo con Ionesco, una obra de teatro que recoge los últimos días de vida de aquel dramaturgo-, Arrabal comienza a pensar en que no se dispersen creaciones de Pablo Picasso, Salvador Dalí, Joan Miró o Antonio Saura que el escritor melillense ha reunido a lo largo de su vida. "No hay nada parecido en España a lo que yo he generado con mi colaboración con algunos artistas", comenta Arrabal en un rasgo de su conocida megalomanía. "Tengo dos hijos y como es lógico quizá no resistan la tentación de dilapidar todo aquello que he reunido".

Sigue la cultura española desde la distancia y lamenta esa fama de provocador y de irreverente que, en su opinión, "fue un invento del franquismo" para desacreditarlo y decir que era un frustrado. Pese a su aureola de maldito, Arrabal no ha dejado de recibir premios en Francia y en España. "Las Academias ya se inclinan por las vanguardias. Ahí está el caso del Premio Nobel a Dario Fo", dice.

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