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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Libros: ¿precio regulado o liberalizado?

Cuando en 1975 las Cortes aprobaron la Ley 9/75 de 2 de marzo, denominada ley del librero, que regulaba la edición, distribución y venta de libros, texto y no texto, así como el precio fijo de los mismos, lo hacían con el fin de proteger. el libro como transmisor de ideas y conocimientos.El planteamiento, en cuanto al precio fijo, era simple: el editor marcaba el precio de venta al público de sus obras, que era el mismo para todos los puntos de venta, y con la ley se evitaba la especulación, es decir, que los libros de alta rotación desplazaran a los de rotación más lenta pero con altos contenidos culturales.

De esta manera se pretendía que, en un país con bajísimos índices de lectura y un analfabetismo funcional preocupante, la oferta editorial tuviera una amplia distribución en toda la geografía nacional y fuera plural, heterogénea y rica. Se buscaba que, junto al best seller de turno, el público descubriera también a los clásicos, la filosofía, el ensayo, la poesía, el teatro, etcétera, etcétera.

Por otra parte, el precio fijo permitiría que la competencia entre establecimientos detallistas de istinto tamaño se estableciera sobre factores diferentes al precio, permitiendo una oferta plural y un mayor número de puntos de venta en beneficio del consumidor final, esto es, el lector.Años después, esta ley, que en principio se aprobó como protección de los libros, se está presentando, merced a intereses de unos pocos, como una "ley de protección del librero", o al menos en ello se afanan algunos políticos y no pocos desocupados con ganas de figurar. En este sentido, deseo manifestar:

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1. Me preocupa enormemente la manipulación mediática del tema, más interesados en resaltar el mercantilismo del librero, en contraste con las "bondades" de otros canales de distribución, que en informar con equidad.

Efectivamente, tal como "informan" algunos medios de comunicación, la imagen que transmiten es la siguiente:

El Gobierno es muy bueno y quiere abaratar los libros a los sufridos padres de familia. Los grandes hipermercados son tambiénmuy buenos y están por la misma labor que el Gobierno, pero los libreros, que soy muy malos, no quieren renunciar a sus privilegios, entonces, el Gobierno, en su infinita bondad, se rebaja al nivel del vulgar mercantilismo y regatea un porcentaje por aquí y otro por allá y... ¡oh! maravilla, todo el mundo contento.

Lo que no dicen esos medios es que el coste de ese abaratamiento recae única y exclusivamente sobre el margen de beneficio de las librerías. Vamos, que el Gobierno ha descubierto aquello de yo convido y tú pagas.

2. Considero que, sin tanta demagogia, la Administración tiene suficientes mecanismos para abaratar el precio de los libros de texto. Le sugiero algunos de ellos: a) Posibilitar que las familias puedan desgravarse en la declaración de la renta el importe de los libros. Un 30% de desgravación fiscal supone un mayor ahorro para las familias que ese forzado 12% que a nadie complace. b) Becar a todos los alumnos de educación primaria y secundaria en proporción a su nivel de ingresos. e) Editar una línea de libros de enseñanza obligatoria, a bajo coste, que permita a los colegios optar por una alternativa más económica. d) Hacer realidad la gratuidad de la enseñanza y proporcionar a los alumnos los libros que precise al formalizar la matrícula.

3. Si en estos momentos no se dan las condiciones que motivaron la aprobación de la ley del libro, lo que procede es su derogación con todas las consecuencias, sin techos máximos ni mínimos, y dejar que en la elección del precio actúe la ley del mercado.

4. Como librero, no necesito ni quiero ninguna ley proteccionista. Las librerías, al igual que todos los establecimientos comerciales, se rigen por la Ley del Comercio y por la de la oferta y la demanda.

5. Mucho me temo que lo que realmente se pretende es favorecer los intereses de las grandes cadenas de hipermercados que, utilizando el libro como "gancho", colocan a los padres aquello que sus hijos necesitan, lo que no necesitan y lo que probablemente necesiten algún día; eso sí, estos establecimientos son muy buenos y todo el mundo sabe que pierden dinero para satisfacer a las sufridas familias-

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