Canto a la danza
Como espectador, admirador y colaborador del bello arte de la danza, dirijo este canto a la danza con ese espíritu similar al de un antiguo rapsoda en la antigua Grecia, para disipar ciertas tinieblas que llegan a confundir ciertas mentes y visiones.Y puedo afirmar esto desde la experiencia que supuso participar desde dentro en la coordinación y organización de las actuaciones del Ballet Clásico Mediterráneo del 25 al 29 de junio del presente año, dentro del XII Festival de Madrid en danza, organizado por la Consejería de Educación y Cultura de la Comunidad de Madrid.
¿Por qué entonces tanta hipocresía, tanta mala fe, tantas dudas por parte de muchos, y digo de muchos, no de todos: organizadores, periodistas, gente del mismo gremio de la danza, etcétera? El único porque válido que encuentro es el esfuerzo, la ilusión, las ganas de hacer algo por la danza desde la nada, de hacerlo lo mejor posible, sin pensar en categorías, en rivalidades, en pisar a los llamados "grandes" e "intocables", en los aplausos del público a lo largo de los cinco días que estuvo la compañía en cartel y que todo eso se haya silenciado porque no interesa, porque la cultura no interesa y porque los millones y el "salir en la foto" son más importantes.
Y lo malo es que como nuestro caso hay cientos y cientos: quien sale a un escenario es alguien muy especial: es un artista: las bambalinas, los focos, el patio de butacas, el telón... todos giran a su alrededor, todos contemplan sus movimientos, sus saltos, su mímica; ¿por qué no se le deja que trabaje tranquilo, por qué no se le dan más oportunidades sin pensar en amiguismos, en intereses, en mosqueos?
Termino, de todos modos, agradeciendo también a gente maravillosa, volcada en todo momento, que nos apoyó y que hizo posible este milagro escénico, que sólo pretendía aportar un granito de arena más al mundo de la danza, nada más. ¡Viva la danza!-
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