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Isabel II promete escuchar más a su pueblo al celebrar sus bodas de oro con Felipe

La reina Isabel II de Inglaterra eligió ayer la solemne conmemoración de sus bodas de oro con el príncipe Felipe para prometer mayo atención a las expectativas y aspiraciones de sus súbditos. Las palabras de la soberana reflejaron el afán de la Casa de Windsor por desechar la anacrónica imagen de estiramiento e indiferencia para adoptar una política moderna y algo populista, quizás similar a la que ayudó a la difunta princesa Diana de Gales a convertirse en la Reina de Corazones.

Serena y radiante, la reina recibió las felicitaciones de su pueblo, el Gobierno, partidos políticos e instituciones y de la mayor congregación de soberanos y nobles del planeta desde su coronación en 1953. Tras una ceremonia de acción de gracias en la abadía de Westminster, donde desde hace 900 años se celebran matrimonios y funerales de la casa real, Isabel y Felipe asistieron a un banquete ofrecido por el primer ministro, Tony Blair, y su mujer, Cherie, en lo que Downing Street se empeñó en describir como "una recepción del pueblo". Millares de personas se agolparon en las calles para ver pasar a la reina y al duque de Edimburgo.Acuñado por funcionarios del Gobierno de Blair, banquete popular fue un término apropiado para la heterogénea reunión de 350 personas. En la Banqueting House, en cuyas puertas fue decapitado Carlos I cuando Cromwell y las fuerzas parlamentarias ganaron la guerra civil en 1649, la reina compartió mesa con "gente común y corriente" y a esa gente estuvo dirigido su mensaje: para hacer frente al futuro, la monarquía debe adaptarse a los tiempos e interpretar mejor la opinión pública. "Para nosotros, los de la familia real, es a veces difícil leer el mensaje, a menudo oscurecido por la deferencia, la retórica y las encontradas corrientes de opinión. Pero debemos leerlo", dijo la soberana, de 71 años.

"He hecho lo mejor que ha estado a mi alcance, con el constante amor y ayuda del príncipe Felipe, para, a través de los años de nuestro matrimonio, interpretar correctamente la opinión pública", agregó. "E intentaremos, unidos como una familia, hacerlo en el futuro". Como pocas veces en el pasado, la reina habló públicamente de su marido -"mi fortaleza y sostén"-. Fue un tributo que emocionó a muchos, sobre todo a las parejas casadas este mismo día hace medio siglo y que fueron invitadas a la ceremonia.

Sin embargo, la parte más importante de su discurso cayó inevitablemente en el contexto de especulaciones sobre un inminente proceso de modernización de la corona tras la enorme reacción pública a la muerte de Diana, algo que Isabel llamó ayer por primera vez "una tragedia".

La soberana dijo que a pesar de la enorme diferencia constitucional entre una monarquía hereditaria y un gobierno electo, a la hora de la verdad no es realmente tan grande. "Son instituciones complementarias que tienen papel propio y cada una existe sólo con el apoyo y el consentimiento del pueblo", dijo. Dirigiéndose a Blair, Isabel II declaró: "Ese consentimiento, o la falta de éste, se le expresa a usted, señor primer ministro, en las urnas. Es un sistema rudo, a veces brutal, pero al menos el mensaje que le entregan para que usted lea es claro". El cargo de premier, agregó, es a veces el "portador de mensajes que él pueblo envía a su soberana".

Blair, que aparentemente ignoró cortésmente discretas gestiones del palacio de Buckingham para que su discurso no fuera "demasiado efusivo", dijo que la reina, contrariamente a la impresión de muchos, "no es ni estirada ni melindrosa". Y en un tono más formal, declaró: "Sois el símbolo de unidad en un mundo de inseguridad; de continuidad en un mundo en el que nada permanece como está". No fue necesario buscar claves en el discurso del primer ministro. Blair quiere ayudar a los Windsor a salir adelante de la manera más airosa posible.

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