Me preocupa y me inquieta
Me preocupa el silencio extenso de estos días. Me inquieta el absentismo de opinión sobre la inmediata tragedia de un pueblo que será asolado por los cohetes destructores inteligentes. Aunque caigan sobre un país árabe rebelde hacia el Imperio Occidental, ¿no serán víctimas sus ciudadanos civiles, adultos, mayores, niños y niñas? Sólo algún tímido, aunque importante, editorial de su periódico y la invariable denuncia de El Roto en las páginas de Madrid se han hecho eco, entre el opaco silencio, de la nueva amenaza de magnicidio sobre Irak.Es ése el país donde hace ya años faltan los analgésicos, las suturas y la anestesia; donde la hambruna se ceba siempre en los más débiles, los pequeños, los ancianos y los inmensamente pobres por mayoría.
Pero ¿sabe, señor director?: el silencio más doloroso, el más agudo, ha significado para mí el de las organizaciones no gubernamentales (ONG), pues en estos días ninguna de ellas, estatal o internacional, confesional o no, ha dicho nada. Cuando hace aproximadamente un año pregunté, en una en la que participaba, que por qué no acudíamos a Irak, donde se carecía de lo más elemental, se me dijo que "era muy difícil entrar". Efectivamente, así lo he comprendido. Parecía y parece más fácil entrar en Zaire, Ruanda o la ex Yugoslavia, porque hacia allí está orientada la propia. condescendencia de la comunidad internacional occidental, sus ejes geoeconómicos y la existencia de nuestra propia seguridad como guardianes del sur europeo. Y porque el particular se hace donante desinteresado de un negro pobre fruto del tribalismo antes que de un moro misérrimo seguidor de un dictador con armas amenazadoras.
El silencio de los partidos me ha dolido, y el de los sindicatos. Pero me ha dolido más el silencio cómplice de lo humanitario, de los representantes de los ciudadanos organizados, de aquéllos de los que esperábamos tanto.
Así, cuando todo es silencio, esta nota urgente que le envío (la publique o no) lava mi conciencia y puedo dormir tranquilo mientras duerme tranquila mi hija, que tiene comida, medicinas y anestesia en un hospital cercano. Un derecho que ha ganado esta hija por nacer hace dos años y medio en un país democrático.-
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