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Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO
Tribuna
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Muerte e inmortalidad

La célula es el átomo de la vida, el mínimo trozo de realidad viviente. Posee ya todos los atributos y problemas de la vida, empezando por la muerte. Nosotros mismos somos repúblicas de células, y nuestra muerte es función de la suya. La mayoría de las células son bacterias potencialmente inmortales. Las bacterias pueden morirse de hambre o de accidente, pero no de viejas. Se dividen y subdividen sin parar, siempre tan frescas, sin envejecer nunca ni llegar a un límite prefijado de su existencia.Alexis Carrel cultivó fibroblastos (células de tejido conjuntivo) procedentes de embriones de pollo, alimentándolos con suero y otros nutrientes. Logró mantenerlos en vida durante 34 años, mucho más de lo que vive una gallina. Carrel anunció que las células animales así cultivadas se dividían ilimitadamente, por lo que eran potencialmente inmortales, como las bacterias. Sin embargo, cuando Leonard Hayflick trató de reproducir sus experimentos bajo condiciones más estrictas de control, se encontró con que las células de embrión de pollo se dividían sólo 25 veces, tras lo cual se morían. El suero de pollo con que Carrel alimentaba sus cultivos no estaba bien filtrado y contenía nuevas células de embrión, que rejuvenecían el cultivo. Eliminada esta aportación externa de nuevas células, todas las del cultivo alcanzaban pronto su límite de 25 divisiones y morían. Repetido el experimento con fibroblastos de embriones humanos, se dividen 50 veces y luego se mueren también. En general, cada especie animal tiene un número característico de divisiones celulares (su límite de Hayflick), tras el que sus células se suicidan.

Ya se sabía que en el curso del desarrollo embrionario de los animales muchas células se mueren de un modo ordenado, esculpiendo la forma definitiva del organismo. El renacuajo pierde su cola; el feto, sus membranas interdigitales; el sistema nervioso, las neuronas lanzadas al azar y que no llegan a establecer conexiones útiles. En 1972, Kerr, Wyllie y Currie publicaron un artículo seminal en el que por primera vez distinguieron claramente entre necrosis y apoptosis. La necrosis es la muerte celular violenta, traumática o accidental, la muerte que viene de fuera, no prevista ni preparada, un asunto sucio y caótico. La célula explota, su membrana se rompe y todo su contenido se vierte al exterior provocando la afluencia de los linfocitos y la inflamación. La apoptosis, por el contrario, es la muerte programada y organizada, la muerte que viene de dentro, siguiendo las instrucciones del propio genoma, un manual de suicidio limpio, que prevé la autodestrucción ordenada y el empaquetamiento de los restos en paquetes apoptóticos que evitan la inflamación. Tanto las células autosacrificadas en el desarrollo como las que se mueren en cultivo tras alcanzar su límite de Hayflick son casos de apoptosis. Aunque durante una década el artículo de Kerr, Wyllie y Currie pasó casi inadvertido, sus predicciones se han ido cumpliendo. La investigación de la muerte programada ha ido atrayendo a un número creciente de biólogos moleculares.

Todas las células animales están programadas para suicidarse cuando les llega su hora 0 cuando suena la alarma (por mutaciones irreparables de su genoma o por infecciones víricas). A veces este programa falla y las células se olvidan de cómo suicidarse. Entonces se produce el tumor incontrolable. Varios cultivos de células tumorales de ratones siguen dividiéndose sin parar desde 1907. En 1951 se extrajeron (con fines diagnósticos) unas células del tumor vaginal de Henrietta Lacks, una negra americana de 30 años de edad. Ella pronto sucumbió al cáncer, pero sus células tumorales fueron cultivadas por Gey, y todavía continúan dividiéndose furiosamente en laboratorios de todo el mundo. El genoma de Henrietta Lacks es, sin duda, el más difundido y su! células tumorales han alcanzado la inmortalidad de las bacterias. En vista de la alternativa, la muerte no deja de tener su discreto encanto.

Jesús Mosterín es catedrático de Filosofía, Ciencia y Sociedad (CSIC).

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