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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Como un torrente

Harnoncourt y la orquesta del Concengebouw comenzaron el lunes a levantar en Madrid el ciclo completo de las Sinfonías de Schubert, estupenda iniciativa de Ibermúsica para un año en que la presencia del compositor austriaco, se ha vuelto en gran medida cotidiana, gracias ala proliferación en recitales y conciertos de sus sonatas para piano, sus cuartetos o sus canciones.El segundo centenario de la muerte ha servido, al menos, para dar nueva vida a Schubert. Empezó el programa justamente por donde debía haber terminado, con el infinito río de música que es la última sinfonía en do mayor, prologada por la casi mozartiana Quinta.

Un mes después de la Novena de Schubert con Abbado y la Filarmónica de Berlín, enfrentarse a la versión de Harnoncourt era de enorme interés y hasta cierto morbo, por la disputa schubertiana que ambos directores habían mantenido, al menos indirectamente, en lugares como Salzburgo, donde el Festival de Verano prefirió la integral de Abbado en su programación de este año del bicentenario, lo que desembocó en la retirada de Harnoncourt para cualquier tipo de participación. El berlinés volvía además a Madrid después de haber cumplido uno de los sueños de todos los directores de orquesta: tocar y grabar las sinfonías de Brahms con la Filarmónica de Berlín.

Sinfonías de Schubert (I)

Sinfonías 5 y 9, OrquestaConcertgebouw de Amsterdam. Director: Nikolaus Harnoncourt. Ibermúsica. Auditorio Nacional, 17 de noviembre.

En la cumbre de su singular carrera artística, Hamoncourt ofreció una visión un tanto apagada de la Quinta, especialmente en el segundo movimiento, para después volcar al límite en la Novena todas las características de su esti lo: poderosa energía, fuertes contrastes dinámicos, tiempos con tendencia a la lentitud, estética más constructiva que refinada. Con estos parámetros, los resulta dos alcanzados en la Novena fueron espléndidos, llegándonos un Schubert sin ningún tipo de sentimentalismo y con una enorme carga de vitalidad. Como siempre sucede con Hamoncourt, el éxito fue delirante entre sus partidarios y el silencio se hizo evidente en los que no comparten sus conceptos. La orquesta del Concertgebouw de Amsterdam evidenció, una vez más, una calidad y una flexibilidad extraordinarias.

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