Aldecoa desvela los enigmas de un retrato
La escritora se enfrenta en el Museo Thyssen a un cuadro de Lucas Cranach
"El retrato es mi género preferido", comenzó confesando la escritora Josefina R, Aldecoa (La Robla, León, 1926) ante la pintura Retrato de una mujer, de Lucar, Cranach el Joven. Y enseguida expilicó la razón: "Un retrato nos pone en contacto con el modelo más apasionante: el ser humano". La conferencia, una más del ciclo que enfrenta a autores literarios con los cuadros que prefieren del fondo del Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid, permitió a Josefína R. Aldecoa ahondar en la personalidad de la modelo y los avatares históricos de la época en que el cuadro fue pintado; la primera mitad del siglo XVI. "Un retrato pintado sugiere mil enigmas", declaró la escritora.
¿Quién es el personaje retratado? ¿Por qué el retrato? ¿Quién lo encargó? ¿Cómo era la época en que vivió el personaje? Josefina Aldecoa planteó algunos de los enigmas más intrigantes de la obra de Lucas Cranach el Joven fechada en 1539."El retrato que he elegido es un retrato de mujer", dice la escritora. Y una pregunta más, inevitable, surge a continuación. "¿Por qué elegir un retrato de mujer?". Poco a poco, la autora de La fuerza del destino, fue respondiendo a las preguntas que ella misma había planteado. La primera de todas, la que afecta a la autoría del cuadro. Puesto que hubo dos Lucas Cranach y ambos fueron famosos, respetados, ricos y grandes artistas, ¿cómo saber de quién de los dos es realmente esta hermosa mujer retratada? "Atribuido durante mucho tiempo a Lucas Cranach el Viejo, recientemente parece que está siendo atribuido a Lucas Cranach el Joven, su hijo y discípulo", aclaró.
Aristócrata
Tampoco resulta fácil averiguar quién es la retratada. ¿Isabel de Sajonia, como se pensó durante mucho tiempo? "Pudiera ser", admite la conferenciante, para reconocer enseguida que le queda "una duda razonable":Poco importa, en el fondo. Más interesante resulta ahondar en la personalidad de la desconocida, en llegar, a través de la deducción, a averiguar lo que nadie ha dejado escrito en ninguna parte. Aldecoa concluye, por ejemplo, que "no podemos dudar de que esa serena actitud, esa firmeza casi imperceptible apuntan a una aristócrata, una dama, la esposa de un personaje relevante de Wittemberg".
La elegancia severa de su vestido negro, las escasas joyas, la arrogancia del porte, la sobriedad, llevan a su observadora a concluir que "nuestra dama del retrato pertenece sin duda a la clase alta de una ciudad alemana importantísima".
Pero no se quedó ahí la novelista. No se limitó a tratar de averiguar quién o cómo sería la retratada. Llevó más lejos su observación y sacó conclusiones interesantes sobre cómo eran las ciudades de la época, qué se vendía en ellas, cómo eran las ropas de los burgueses, las casas de los pobres y las de los ricos, los conflictos sociales, la aparición de Martín Lutero y su incitación a la rebeldía contra la Roma corrupta que traficaba con las indulgencias.
"¿Qué pensará de todo esto la señora del cuadro?", se interroga Aldecoa. Para concluir dejándose llevar por su imaginación creadora: "Me pregunto cómo estaría esta mujer sin sombrero, con el pelo suelto, la boca entreabierta en una sonrisa prometedora...". Y concluye: "¿Ha pintado Cranach el Joven el verdadero retrato o se ha dejado llevar de lo que piensa del carácter de esta mujer?".
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