Puertas al campo
Recientemente han aparecido en la prensa nacional y regional unas declaraciones de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía en las que se afirma que habrá que pagar por visitar nuestras reservas naturales. Al parecer, los primeros espacios "de pago" van a ser el conocido bosque de pinsapos de la sierra del Pinar y la Garganta Verde, ambos parajes pertenecientes al parque natural de Grazalema.Desde siempre nos parecieron lógicas todas las limitaciones de uso público encaminadas a la protección y conservación de determinados enclaves sensibles al impacto de las visitas masivas. Sin embargo, lo que ahora se pretende no tiene nada que ver con estos fines. Se trata de "cobrar por entrar", de "pagar" a las empresas privadas que "gestionarán" los distintos espacios naturales, que serán las que se beneficien también a cambio de sus servicios de "guía" o "vigilantes" obligatorios.
En los tiempos que corren, el discurso privatizador parece invadirlo todo, hasta el disfrute público de nuestro patrimonio ecológico. Y esto, cuando menos, es un gran paso atrás. Porque no se trata ya de poner puertas al campo, sino de cerrarlas a la educación y la sensibilización de la población ante lo natural, de poner trabas reales a muchas personas que de esta manera no podrán acceder a los lugares que son de todos.
No hay que olvidar que muchos de los usuarios, la mayoría de los beneficiarios del libre acceso a estos parajes naturales, son nuestros escolares, que con sus profesores han venido visitando estos espacios, auténticas aulas de educación ambiental, recursos didácticos de primer orden gracias a los cuales nuestros jóvenes aprendían a valorar y a proteger nuestro patrimonio natural.
Con la privatización de la gestión se ponen puertas al campo, a la educación y a la cultura. Puertas para el contacto con la naturaleza, taquillas en la entrada de los bosques, junto a la orilla de los ríos, tiques para la contemplación de los árboles, billetes para ver volar a los pájaros, para sentir de cerca el rumor de las hojas, el frescor de las umbrías forestales, los entrañables sonidos que nos acercan a la tierra.
Y para aprender, para conocer de primera mano tantas cosas, también recibos, pagos, tiques y entradas. Si desde hace nos años, hemos venido asistiendo a la supresión progresiva e programas educativos, hoy tenemos que contemplar con tristeza cómo los ciudadanos en general y los escolares que visitan nuestros espacios naturales más emblemáticos, como una prolongación de sus programas de educación ambiental, van a tener ue pagar por ello... si es que pueden. Si en los tiempos que corren es mucho pedir que la política trate de hacer posible lo deseable, creemos que al menos no puede dar la espalda a lo razonable. Sin poner peajes a la naturaleza y a la educación ambiental.-
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